Introducción
Más de una vez se dan situaciones a nivel de los cónyuges en la que cada uno, ante un momento emocionalmente difícil, cree tener razón de algo, sintiendo que el otro no lo comprende o le insulta o no le hace caso. En esos momentos surge la pregunta: ¿quién de los dos está en lo cierto? ¿Quién de los dos tiene la razón? Tal vez, tras un gran enfado, cada uno se retira de la contienda pensando que el otro no lo comprende. En realidad, a lo que estamos asistiendo es a una escena, muy repetida en muchos matrimonios, de mala o ninguna comunicación.
Con frecuencia, en matrimonios con problemas se escucha una expresión muy significativa: «somos muy diferentes». Y no se cae en cuenta de que el problema no está en ser diferentes, sino en no saber comprender esas diferencias. Lo primero no se puede evitar. Lo segundo es una conquista. Una buena comprensión del sexo opuesto ha salvado muchos matrimonios. Más aún. La comprensión y aceptación de las diferencias es lo que generalmente enriquece y potencia la vida de los matrimonios, de los novios, de los compañeros de trabajo, a la vez que fomenta un crecimiento en autoestima, en respeto y en admiración.
Diferencias entre los sexos
Aquí está la verdad de las cosas: los hombres y las mujeres no sólo se comunican de forma diversa, sino que piensan, sienten, perciben, reaccionan, responden, aman, necesitan y valoran de manera totalmente diferente. Parecen proceder de mundos distintos y demuestran que tienen necesidades absolutamente distintas. Es fundamental, por ello, aceptar esta diferencia y empezar a potenciar una relación humana con base en esta realidad. Sin la conciencia de que se es diferente, hombres y mujeres se llevan mal. Entonces, comienza una espera absurda: a ver si el otro trata de parecerse más a uno mismo.
De todas formas, aquí queremos hacer hincapié en la comunicación como base del amor verdadero entre esposos, de forma que se establezcan entre ambos relaciones afectivas duraderas, no expuestas a un quebrantamiento fácil y doloroso. El amor lo necesita, pues un amor no protegido ni cuidado desaparece y se ve sustituido por la rutina de la vida cotidiana. El acercamiento más profundo en la pareja se encuentra en la comprensión mutua y en la comunicación verdadera que se deriva de esa compresión.
Peligros de las falta de comunicación
La comunicación y el entendimiento de nuestras diferencias como pareja no es solamente saludable y beneficioso, sino que su ausencia resulta muy peligrosa.
La mayoría de los conflictos matrimoniales están marcados por una doble realidad. Esto es lo que muchas personas confiesan: primero me fui apartando de mi cónyuge porque sentía que no me comprendía en absoluto; y luego comenzaron los problemas, cuando me encontré con alguien en el trabajo, en la calle o en la vida social, que sentí que sí me comprendía.
Lo que se ama se cuida. A veces se nos hace tan fácil cuidar de todo, menos de nuestra relación de pareja. Cuidamos de nuestros hijos, de nuestra casa, de nuestros trabajos, hasta de nuestras plantas o mascotas. Pero cuando se trata de nuestra relación de pareja, creemos o que no tiene remedio o que no es importante cuidarla.
Recordemos que el pasto no está más verde en el patio del vecino. Cuidemos lo que tenemos intencionalmente porque si no, los años nos pasan y nos encontramos con un perfecto desconocido a nuestro lado, en el mejor de los casos.
Conclusión
La comprensión y aceptación de las diferencias es lo que generalmente enriquece y potencia la vida de los matrimonios, de los novios, de los compañeros de trabajo. Detrás de la comprensión mutua viene siempre un crecimiento en autoestima, en respeto y en admiración.
El matrimonio no tiene simplemente «que soportarse». El amor debe crecer y crecer mucho. Debe convertirse en el garante de la propia felicidad y de la duración del mismo matrimonio. Más allá de una estética de fidelidad o deber, o de miedo a volver a empezar, el matrimonio debe basarse sobre la alegría y el gozo de sentirse amados y de amar, de comprender y de sentirse comprendidos, de respetar y sentirse respetados.
Comencemos aceptando que somos distintos. Propongámonos seriamente conocer a fondo la realidad del sexo opuesto. Creemos en nuestro interior una actitud de misterio respetuoso hacia algo sagrado y lleno de dignidad. Si no aceptamos la realidad de que Dios hizo diferentes al hombre y a la mujer para enriquecer a cada uno con lo que esas diferencias aportan, se caerá en la realidad de un empobrecimiento absoluto y radical.
Aceptemos, pues que SOMOS DIFERENTES, y ello en buena hora.