INTRODUCCIÓN
El programa de hoy es especial, porque hoy celebramos el Día de Reyes. Esperamos que se tomen un momento hoy en familia para recordar con nosotros lo que ocurrió ese día. Los sabios de oriente oyeron que la solución a todos los problemas había llegado al mundo y no se quedaron de brazos cruzados, sino que salieron en su búsqueda. Sin saber exactamente cómo o dónde, ellos dejaron su comodidad, el status quo y las excusas y fueron a buscar a Jesús para adorarlo.
En este Día de Reyes debemos rescatar la valentía y la entrega de los sabios para encontrar la solución y el propósito de sus vidas. Ellos tenían en claro que había un propósito que cumplir y no escatimaron esfuerzos para llevarlo a cabo.
El Día de Reyes es muy celebrado en algunos de nuestros países. En Panamá lo celebrábamos con los niños, pero no era una fiesta muy grande. Pero sé que por ejemplo en Puerto Rico y en Uruguay es lo contrario: es en el Día de Reyes, y no en Navidad, cuando los niños reciben regalos grandes, así como esos reyes magos le llevaron sus regalos al Niño Jesús.
En esta época del año, desde antes de la Navidad hasta después del Día de Reyes, muchas personas viajan para celebrar las fiestas con sus familiares. Los viajes largos en automóvil pueden ser muy agotadores, ¡pero bien que valen la pena! Todo el cansancio, e incluso a veces hasta el mal humor, del viaje largo se disipa en cuando uno se reencuentra con sus seres queridos. Me imagino que muchos de ustedes viajaron para Navidad o Año Nuevo y tal vez habrán viajado también para estar con sus familias hoy, el Día de Reyes.
UN VIAJE LARGO
Hoy recordamos que, hace más de dos mil años, hubo quienes también emprendieron un largo y peligroso viaje sin automóvil, aire acondicionado, calefacción o asientos reclinables, sin restaurantes donde comer tranquilos, sin hoteles para pasar la noche, sin películas o música… y hasta sin autopista. Los sabios de oriente emprendieron ese viaje larguísimo, peligroso y agotador, para conocer a alguien de quién habían oído hablar.
Pero ¿por qué? La verdad es que cuando algo o alguien vale la pena para nosotros, somos capaces de hacer los más grandes sacrificios y emprender los más peligrosos viajes. Y este viaje tiene una gran enseñanza para nosotros hoy. Los invitamos a que sigan recordando esta historia con sus familias y la repitan a sus descendientes.
Todos conocemos bien la historia de los sabios de oriente y los regalos para Jesús. Pero, ¿qué habrá ocurrido en ese camino? Yo me imagino que durante el día el sol era ardiente. Los camellos avanzaban, inclinando sus cabezas bajo el peso de la carga y del calor abrumador. Los hombres que los montaban estaban cansados y cubiertos de polvo, pero, a pesar de su apariencia por el largo viaje, esos hombres no eran simples caminantes del desierto. En su tierra eran hombres respetados, consejeros, líderes entre sus compatriotas. Por la noche la temperatura seguramente era más fría de lo que resulta confortable, y las arenas del desierto resultaban menos cómodas que la cama de la casa.
Pero ellos estaban llevando a cabo una misión. Una misión que los llevó a dejar de lado su comodidad personal y a soportar las tremendas penalidades de un largo viaje.
Cuando el sol ardiente del desierto bajaba y se acercaba la noche, buscaban en los cielos la guía de las estrellas. Y, como cada noche, ¡allí estaba! La estrella, la hermosa y brillante estrella que habían estado siguiendo, la estrella en la que habían puesto tantas esperanzas, ¡Dios la había hecho aparecer una vez más para guiarlos! Sus espíritus recobraron ánimo cuando se dieron cuenta de que esa señal no les fallaría, y que pronto su búsqueda habría terminado.
Quizá ese mismo día habían consultado con los sabios de la región por la que estaban pasando y ellos se lo habían confirmado: el tesoro que buscaban lo encontrarían en un pequeño pueblo, no lejos de donde estaban. Y ahora, la estrella los guiaba nuevamente, llevándolos hacia Belén, esa aldea nombrada en la profecía.
Cuando entraron al establo, vieron el objeto de su búsqueda: el Niño recién nacido. El hermoso y radiante Niño. Al caer de rodillas, los sabios de oriente dijeron reverentemente a los sorprendidos padres: «Hemos venido a adorar a este Niño».
Y así lo hicieron. Y llenos de gozo le presentaron sus obsequios de oro, incienso y mirra. Porque ese Niño no era un recién nacido ordinario. Él era el tan esperado «Rey de los Judíos», el Prometido, aquél que liberaría al pueblo de Dios de sus pecados.
CONCLUSIÓN
Los sabios de oriente oyeron que la solución a todos sus problemas llegaría al mundo y no se quedaron de brazos cruzados, sino que salieron en su búsqueda. Sin saber exactamente cómo o dónde, ellos dejaron su comodidad, el status quo y las excusas, y fueron a buscar a Jesús para adorarlo.
Hoy en día las personas sabias aún lo buscan para conocerlo y adorarlo. Y tú, querido oyente, ¿lo has buscado?, ¿lo has encontrado? Si aún no los has hecho, te invito a que lo hagas. ¿Por qué no descubrir, al igual que los reyes magos descubrieron al final de su búsqueda, al Salvador y Rey Jesús?
Jesús es la esperanza de toda la humanidad, incluidos tú y yo. Él es el Dios que vino a vivir entre nosotros como ser humano. Él es el Rey, nacido en un humilde establo, que vino no para ser servido sino para servir. Él fue enviado por Dios Padre a la tierra en un largo viaje no para vivir como el Rey que es, sino para dar su vida como un sacrificio para que nuestros pecados sean perdonados y recibamos la vida eterna. No es de extrañar, entonces, que los reyes magos soportaran su extenuante viaje para encontrarlo y adorarlo.
Es nuestro deseo y oración que en este Día de Reyes el Señor guíe tus pasos al encuentro con el Salvador del mundo y el Rey de Reyes.