No puedo creer que estemos a mediados de diciembre. ¡En 10 días ya es Navidad! Qué tiempo más hermoso: recordamos a Jesús, quién nació en Belén, a María, los ángeles, los pastores, hasta a los reyes magos. Pero muy poco pensamos en José y todas las decisiones difíciles que tuvo que tomar. ¿Te imaginas que tu prometida te diga que está embarazada y que el niño no es tuyo? La verdad es que seguramente José debió tener muchas luchas internas cuando descubre que María está embarazada con un niño que no es de él.
Pensemos juntos: cuando tienes que tomar de apuro una decisión importante, ¿te dejas llevar por lo que tu instinto te dice, o antes de decidir piensas bien en las consecuencias de tu decisión? De este tema queremos hablar el día de hoy: de la toma de decisiones difíciles en momentos cruciales.
Más allá del momento de la vida por la que estés pasando, constantemente estamos tomando decisiones. Y cuando lo que está en juego no es poco, es fácil sentirse paralizado por miedo a tomar la decisión equivocada.
Según un artículo publicado el 5 de enero de este año por Joseph Bikart, autor del libro El arte de tomar decisiones: cómo pasar de la indecisión a tomar decisiones inteligentes (2019), lo que define una decisión difícil no es tanto la decisión en sí, sino cómo la percibimos. Puede que sintamos que una decisión es difícil:
* Porque es mucho lo que está en juego;
* Porque tenemos dos o más opciones válidas en mente, o
* Porque la decisión que debemos tomar nos recuerda decisiones decepcionantes del pasado, reavivando inconscientemente un evento traumático, alterando así nuestro juicio.
En otras palabras, las decisiones son complejas. Y no necesariamente porque la elección entre dos opciones sea compleja, sino porque los seres humanos somos complejos. La palabra «decisión» proviene del latín que significa «cortar». Y es que cuando decidimos optar por una cosa, estamos diciéndole «no» a muchas otras. Por eso es que la acción de decidir puede parecer una herida que nos hacemos a nosotros mismos.
Tomar decisiones difíciles nos incomoda. Cuando nos enfrentamos a una decisión difícil, puede ser muy tentador tomar el camino fácil y posponerlo. Pero hay que tener cuidado. Una investigación dirigida por el psicólogo Thomas Gilovich demostró que, aunque a corto plazo la gente lamenta más sus «errores de comisión» (o sea, tomar una decisión equivocada), a largo plazo son en realidad los «errores de omisión» los que lamentamos más, es decir, las decisiones que no tomamos, las cosas que debíamos haber hecho y no hicimos.
Cuando tenemos una decisión difícil que tomar, ya sea que hayamos descubierto que un hijo no es nuestro, como le pasó a José, o que tengamos que tomar alguna otra decisión difícil, detente, piensa bien en las consecuencias de la decisión que vas a tomar y pídele dirección a Dios.
A continuación te damos algunos consejos.
Cuando nos enfrentamos a decisiones difíciles, es probable que queramos varias cosas diferentes. Podemos escribir cada una para ver si podemos identificar una solución que optimice ambas. Pero, incluso si no encontramos un punto medio donde podamos obtener ambas cosas que deseamos, el simple acto de reconocer nuestros propios deseos nos ayudará a pensar en la decisión de manera más efectiva.
Cuanto más luchamos con decisiones difíciles, menos distancia tenemos de ellas y más atascados vamos a estar. La distancia psicológica nos da un sentido de perspectiva que es clave en la toma de decisiones efectiva. En el siglo XVI, el sacerdote y teólogo español Ignacio de Loyola sugirió tres formas de lograr una mayor distancia psicológica de una decisión difícil:
* dejar ir nuestra opción preferida momentáneamente, para considerar todas las opciones objetivamente;
* imaginar que estamos aconsejando a un amigo que tome la misma decisión;
* y por último, pero no menos importante, imaginar reflexionar desde nuestro lecho de muerte sobre la misma decisión, años más tarde. (¡esperemos que muchas décadas!)
Otra técnica es la que usa Warren Buffet, uno de los inversionistas más famoso del mundo. Es la técnica conocida como 10/10/10, que significa: ¿cómo me sentiré con la decisión de hoy dentro de 10 días, 10 meses, 10 años?
El asunto es crear más distancia entre nosotros y la decisión que tenemos por delante, para beneficiarnos de una perspectiva más amplia.
Piensa en los objetivos finales que tu decisión pretende alcanzar. Por ejemplo, si estás considerando mudarte a otra casa, puedes preguntarte ¿qué deseo lograr al comprar una nueva casa? Podría ser que quiero más espacio, un vecindario más seguro, un mejor acceso al transporte, y/o a la naturaleza, proximidad a amigos y familiares, o una combinación de estos y muchos más. Luego fíjate si tus razones ameritan la inversión. Al tomar una decisión difícil, es importante enumerar nuestros objetivos y comprobar cuántos de ellos lograremos con nuestra decisión.
Al evaluar metódicamente nuestras opciones en relación con nuestros objetivos, es posible que una opción surja como la decisión obvia a tomar.
También es bueno tener en cuenta nuestras emociones cuando tomamos una decisión. Una manera práctica de hacerlo es escribiendo cada opción en una papel separado. Luego vamos tirando a la papelera uno por uno, mientras nos preguntamos: ¿qué emociones o sentimientos tengo al deshacerme de ellos?
Dios nos provee todo lo que necesitamos para esta vida y nos da la vida eterna. Por lo tanto, podemos pedirle que abra nuestros ojos y oídos para aprender más sobre él y el plan que tiene para nuestra vida.
Una de las preguntas con la que José tuvo que lidiar cuando se enteró que María estaba esperando un niño que no era de él, fue: «¿Me casaré igual con ella, o cancelaré la boda?»
Después de pensarlo bien, José decidió que no podía seguir adelante con los planes de casarse con María. De acuerdo con las leyes de la sociedad de esos tiempos, José podría haberse divorciado de ella públicamente, protegiendo así su propia reputación. Sin embargo, decidió dejarla secretamente, para no denigrarla.
Pero después de haber tomado esa decisión, un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo que hiciera lo opuesto, o sea, que se casara con ella. José obedeció las instrucciones que Dios le dio por medio del ángel y se casó con María … a pesar de las consecuencias que ello le fuera a traer.
La decisión de dejar o no a María fue probablemente una de las más difíciles en la vida de José. Unos treinta años después Jesús, el hijo de María, también tuvo que tomar una decisión muy difícil. Sucedió la noche antes de ser arrestado, enjuiciado y condenado a morir en la cruz. Esa noche, luego de haber cenado, Jesús fue con sus discípulos al monte de los Olivos, donde tuvo que decidir si iba a seguir su camino a la cruz, o si iba a tomar otro camino.
Sin lugar a duda, esa fue una decisión muy difícil para Jesús. Pero él sabía que era la voluntad de su Padre que él sufriera y muriera, porque a través de su muerte y resurrección, habría de lograr el perdón y la vida eterna para cada uno de nosotros.
Tanto José como Jesús enfrentaron un gran riesgo al decidir obedecer la voluntad de Dios. Para José, el riesgo fue que su reputación quedara destruida para siempre. Para Jesús, significó entregar su vida en la cruz.
Pero ambos también recibieron enormes beneficios: la obediencia de José lo convirtió en el padre adoptivo del Hijo de Dios… la obediencia de Jesús lo convirtió en el Salvador del mundo.
Confía en él. Reconócelo. Confiésale tus pecados y fracasos y comprométete con él. Él enderezará tus caminos y te guiará hacia la sabiduría.
En este tiempo de Navidad recordamos a José y todas las decisiones difíciles que tuvo que tomar y las luchas internas que tuvo que enfrentar cuando descubrió que María estaba embarazada con un niño que no era de él.
Y tú, cuando tienes que tomar una decisión importante, ¿qué haces? Es cierto que muchas veces esta vida nos resulta incomprensible y nos parece difícil. Pero podemos pedirle a Dios que nos dé valor y fe para seguir el ejemplo de José y hacer su voluntad—que siempre es lo mejor para nuestra vida, aun cuando el costo nos parezca muy grande.