Como dijimos en el programa de la semana pasada, vamos a utilizar este tiempo de Cuaresma, cuando muchos de nosotros estamos acostumbrados a practicar diferentes disciplinas espirituales, para hablar sobre los hábitos y las disciplinas que podemos desarrollar para tener una vida productiva. Para ello estamos tomando como base el libro titulado «Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva», de Stephen R. Covey.
Hoy queremos hablar del Hábito #1: Aprendiendo a ser proactivos. Cuando aprendemos a ser proactivos no solamente tomamos la iniciativa, sino que nos hacemos responsables de nuestra vida, nuestra conducta y decisiones. Esta habilidad es clave para ser exitosos y efectivos en cada área de nuestra vida.
Pero antes, queremos poner a tu disposición nuestro folleto titulado Cómo establecer prioridades. Lo puedes descargar de forma gratuita en la sección de RECURSOS de nuestra página web www.sentidolatino.com. Allí encontrarás más información en cuanto a este tema y muchos más.
Víctor Frankl, un psiquiatra judío, estuvo detenido en campos de concentración de la Alemania nazi, donde experimentó cosas muy repugnantes. Sus padres, su hermano y su esposa murieron en las cámaras de gas y él fue torturado y sometido a innumerables humillaciones.
Un día, estando desnudo y solo en una pequeña habitación, empezó a tomar conciencia de lo que denominó «la libertad última», esa libertad que ni los carceleros nazis podían quitarle. Ellos podían controlar todo a su alrededor y hacer lo que quisieran con su cuerpo; pero su identidad básica estaba intacta. En su interior él podía decidir de qué modo iba a afectarle todo lo que estaba viviendo. Entre lo que le sucedía y su respuesta a ello, se encontraba su libertad y su poder para elegir su respuesta.
En las más degradantes circunstancias imaginables, Frankl usó el privilegio humano de la autoconciencia para descubrir un principio fundamental de la naturaleza del hombre: entre el estímulo y la respuesta, el ser humano tiene la libertad interior de elegir.
Frankl trazó un mapa preciso de sí mismo, a partir del cual empezó a desarrollar el primer hábito de las personas que en cualquier medio son altamente efectivas, o sea, el hábito de la proactividad.
Ser proactivos significa que como seres humanos somos responsables de nuestra vida. Nuestra conducta es un resultado de nuestras decisiones y no de nuestras condiciones. Podemos subordinar nuestros sentimientos a nuestros valores. Tenemos la iniciativa y la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan.
Las personas que en vez de ser proactivas son reactivas, se ven a menudo afectadas por el ambiente físico. Si el tiempo es bueno, se sienten bien. Si no lo es, sus actitudes y comportamiento tampoco lo son. Por su parte, las personas proactivas llevan consigo su propio clima. Para ellas el hecho de que llueva o brille el sol, haga frío o calor, no hace ninguna diferencia. Su fuerza está en sus valores, independientemente del tiempo o ambiente físico en que se encuentren.
Las personas reactivas se ven también afectadas por el ambiente o clima social. Cuando se les trata bien, se sienten bien; cuando no se las trata bien, se vuelven defensivas o auto protectoras. Las personas reactivas construyen sus vidas emocionales en torno a la conducta de los otros, permitiendo que los defectos de las otras personas los controlen.
Las personas proactivas también se ven influidas por los estímulos externos, ya sean físicos, sociales o psicológicos. Pero su respuesta a esos estímulos es una elección basada en sus valores, ya que han desarrollado su capacidad de subordinar sus impulsos a sus valores.
Como dijo Eleanor Roosevelt: «Nadie puede herirte sin tu consentimiento«. Y por su parte, Gandhi dijo: «Nadie puede quitarnos nuestro autorrespeto si nosotros no se lo damos«.
En definitiva, lo que nos daña no es lo que nos sucede, sino nuestro permiso y consentimiento a lo que nos sucede.
Los seres humanos hemos sido creados con la capacidad y la intención de actuar y no de que algo o alguien actúe en nosotros. Esto nos permite tanto elegir nuestra respuesta a las circunstancias que se nos presentan, como crear las circunstancias que creemos necesarias.
Muchas personas esperan que suceda algo o que alguien se haga cargo de ellas. Pero las personas altamente efectivas y exitosas son las proactivas, las que son soluciones para los problemas, las que toman la iniciativa de hacer siempre lo que sea necesario y congruente con principios correctos.
Dado que nuestras actitudes y conductas fluyen de nuestras creencias, si las examinamos bien descubriremos en ellas la naturaleza de nuestros mapas internos. Nuestro lenguaje, por ejemplo, puede mostrarnos cuán proactivos o reactivos nos vemos, ya que es un indicador muy fiel del grado en que nos vemos como personas proactivas.
El lenguaje de las personas reactivas las absuelve de responsabilidad, diciendo cosas como:
* «Así soy yo y punto». Con eso están diciendo: no puedo ni voy a hacer nada al respecto.
* «Me vuelvo loco». Con eso están diciendo: no soy yo el responsable. Mi vida emocional es gobernada por algo que está fuera de mi control.
* «No puedo hacerlo. No tengo tiempo». Con eso están diciendo: me controla algo que está fuera de mí: el tiempo limitado.
* «Si mi esposa fuera más paciente». Con eso están diciendo: la conducta de otro está limitando mi efectividad.
* «Tuve que hacerlo». Con eso están diciendo: las circunstancias u otras personas me forzaron a hacer algo. No tengo la libertad de elegir mis propias acciones.
Tomemos como ejemplo el amor. Las personas reactivas hablan del sentimiento, del ‘estar enamoradas’, porque ellas funcionan de acuerdo a sus sentimientos, o sea, han renunciado a su responsabilidad y permiten que sus sentimientos los gobiernen. Por su parte, las personas proactivas hablan del verbo amar, ya que ‘amar’ es algo que se hace y que requiere sacrificios, entrega, cuidados, etc.
Un serio problema del lenguaje reactivo es que se convierte en una profecía de auto cumplimiento. Se culpa a fuerzas externas, a otras personas, a las circunstancias, incluso a los astros, de nuestra propia situación. Si nuestros sentimientos controlan nuestras acciones, se debe a que permitimos que los sentimientos o las circunstancias nos gobiernen.
1. Durante un día, presta atención a tu lenguaje. ¿Estás usando un lenguaje proactivo o reactivo?
2. Identifica una experiencia que tal vez tengas que afrontar en un futuro cercano.
a. ¿Cómo puedes responder proactivamente?
b. Tómate algunos minutos y crea vívidamente la experiencia en tu mente respondiendo de manera proactiva. Recuerda que hay una brecha entre el estímulo y la respuesta. Comprométete contigo mismo a ejercer tu libertad de elegir.
3. Otro modo excelente de tomar más conciencia de nuestro propio grado de proactividad consiste en examinar en qué invertimos nuestro tiempo y energía. Todos nos preocupamos por muchas cosas: la salud, los hijos, el trabajo, el dinero, el futuro, la política, la economía, la guerra, etc. Sobre muchas de ellas no tenemos ningún control, mientras que sobre otras sí podemos hacer algo. Este último grupo abarca las cosas sobre las cuales tenemos influencia. Las personas proactivas centran sus esfuerzos y energía en estas cosas. Por su parte, las personas reactivas se centran en las otras cosas, las que les preocupan pero sobre las cuales no tienen ningún control.
Hay muchos otros modos de ser proactivos: ser un mejor oyente, un esposo más afectuoso, un mejor estudiante, un empleado más cooperativo y dedicado. A veces lo más proactivo a nuestro alcance es ser feliz, sonreír auténticamente. La felicidad, como la desdicha, es una elección proactiva. Podemos ser felices y aceptar lo que está más allá de nuestro control, a la vez que ponemos nuestras energías en las cosas que podemos controlar.
Hoy hablamos de ser proactivos, el primer hábito de las personas altamente efectivas según el doctor Covey. El enfoque proactivo consiste en cambiar nosotros de adentro, provocando así un cambio positivo en lo que está afuera. Si realmente queremos mejorar nuestra situación, debemos trabajar en lo único sobre lo que tenemos control, o sea, sobre nosotros mismos.
Para desarrollar los siete hábitos hace falta iniciativa. Al estudiar los otros seis hábitos, veremos que cada uno de ellos depende de nuestro progreso en ser proactivos. En todos los casos, es uno mismo quien tiene la responsabilidad de actuar.
¿Dónde estás tú en todo esto? ¿Has reflexionado sobre esto?
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