Continuando con la serie de programas basada en «Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva» de Stephen R. Covey, hoy vamos a hablar del Hábito #5 que dice: procura primero comprender y después ser comprendido. Cuando tratamos de comprender primero y luego ser comprendidos, abrimos la puerta a soluciones creativas y diferentes alternativas.
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Cuando conversamos con alguien por lo general tendemos a precipitarnos, a querer arreglar las cosas con un buen consejo, sin tomar el tiempo necesario para diagnosticar, por así decirlo, para empezar a comprender realmente lo que esa persona nos está diciendo.
Es como si cuando vamos al oculista el doctor se quitara sus propias gafas y nos las pusiera a nosotros, diciéndonos: estas me sirven mucho, así es te voy a dar una prescripción igual, sin siquiera haberte diagnosticado. Obviamente que tú vas a decirle que no ves nada, que esos anteojos no te sirven. Imagínate que el doctor se enoje y te diga: «Pero a mí me sirven perfectamente. Piensa positivamente, mira las cosas con gratitud y vas a ver que sí sirven. No seas malagradecido, solo estoy tratando de ayudarte». Probablemente nunca regreses a ese doctor.
Muy a menudo, eso es lo que hacemos nosotros con las personas que nos rodean. Apenas comienza una conversación ya estamos dispuestos a darles nuestros anteojos con la forma en que vemos la vida y las cosas que nos funcionan a nosotros, antes de ni siquiera haberlos escuchado para comprender lo que les sucede. Escuchamos a partir de nosotros mismos, de nuestras propias experiencias y referencias, lo que nos lleva a responder de uno de los siguientes cuatro modos: con una evaluación (o sea, estando de acuerdo o no); con un sondeo (o sea, haciendo preguntas a partir de nuestro propio marco de referencia); con un consejo (basado en nuestra experiencia), o con una interpretación (o sea, tratando de descifrar al otro explicando sus motivos y conducta en base a nuestros propios motivos y conductas).
Cuando otra persona habla, por lo general la «escuchamos» en uno de los siguientes cuatro niveles: ignorándola (o sea, no escuchar en absoluto); fingiendo (o sea, asintiendo sin pensar); escuchando selectivamente (o sea, oyendo sólo ciertas partes de lo que dice), o escuchando atentamente (o sea, prestando atención a las palabras que dicen). Pero muy pocas personas escuchan con la intención de comprender.
Cuando escuchamos con la intención de comprender, entramos en el marco de referencia de la otra persona y vemos las cosas a través de ese marco, vemos el mundo como lo ve esa persona, comprendemos su forma de vida y lo que está sintiendo. Esto no significa estar de acuerdo, sino comprender profunda y completamente a la otra persona de forma emocional y también de forma intelectual.
Los expertos en comunicación estiman que sólo el 10% de lo que comunicamos lo representamos con palabras; el 30% lo comunicamos con sonidos y el 60% restante lo comunicamos con el lenguaje corporal. Cuando escuchamos para comprender escuchamos con los oídos, pero también, y lo más importante, con los ojos y con el corazón. Así podemos comprender los sentimientos, los significados, la conducta y percibir, intuir y sentir.
Se dice que las necesidades satisfechas no motivan. Solo motivan las necesidades insatisfechas. Luego de la supervivencia física, la mayor necesidad del ser humano es la supervivencia psicológica, o sea, el ser comprendido, afirmado, valorado y apreciado. Cuando escuchamos con empatía a otra persona, le estamos satisfaciendo esa necesidad. Y una vez que esto sucede, podemos centrarnos en influir o resolver su problema.
Para poder auténticamente comprender, podemos imitar el contenido (o sea, repetimos las palabras que el otro dijo); parafrasear el contenido (o sea, decir con nuestras propias palabras lo que el otro dijo); y reflejar el sentimiento (o sea, decir lo que el otro está expresando sin palabras). A veces la persona no requiere de ningún consejo externo.
Todo esto satisface la necesidad psicológica del otro y le ayuda a elaborar sus propios pensamientos y sentimientos. A medida que crece su confianza en el deseo sincero que usted tiene de escucharlo y comprenderlo, va desapareciendo la barrera entre lo que realmente sucede dentro de él y lo que comunica y lograr abrir su alma. Ya no piensa y siente algo diferente de lo que comunica, sino que empieza a confiar sus sentimientos y pensamientos más íntimos.
La clave para escuchar empáticamente es procurar auténticamente el bienestar de la persona que estamos escuchando, permitiendo que la persona llegue al problema y a la solución en su propio ritmo y en el momento que le conviene.
Primero procure comprender y después ser comprendido. Ser comprendido es la otra mitad del quinto hábito. Procurar comprender requiere consideración, mientras que procurar ser comprendido requiere coraje.
¿Cómo lo logramos? A través de:
* credibilidad personal (o sea, la confianza que inspiramos, la fe que los demás tienen en nuestra integridad y competencia);
* empatía (o sea de estar alineados con las emociones de la otra persona) y
* lógica.
Cuando uno puede exponer sus ideas con claridad, comprendiendo los marcos de referencia y las preocupaciones de los otros, logra aumentar la credibilidad de sus propuestas. Y como comprende, es comprendido.
Si quiere crear oportunidad para comprender, aquí van dos ideas.
* Pase tiempo con cada uno de sus hijos por separado. Escúchelos, compréndalos. Vea todo a través de sus ojos: el hogar, la vida escolar, los desafíos y problemas con que se enfrentan. Satisfaga sus necesidades emocionales.
* Salga regularmente a pasear con su cónyuge. Cenen o hagan juntos algo que los dos disfruten. Escúchense mutuamente y procuren comprenderse, tratando de ver la vida a través de los ojos del otro.
El tiempo invertido en comprender a los seres queridos produce enormes dividendos en la comunicación abierta, lo que evita que muchos de los problemas que acosan a las familias y los matrimonios tengan tiempo para enraizarse y crecer. Por otra parte, al satisfacer las necesidades emocionales, se crean reservas de confianza para afrontar los problemas que surjan.
1. Elige una relación en la que creas que debes trabajar un poco. Trata de comprender y describir la situación desde el punto de vista de la otra persona. La próxima vez que la veas, escucha para comprender y compara lo que estás escuchando con lo que habías pensado tú anteriormente.
2. La próxima vez que tengas la oportunidad de observar a otras personas que estén comunicándose, tapate los oídos durante unos minutos y solamente observa qué emociones están comunicando.
Hoy hablamos del Hábito #5: primero comprender y después ser comprendido. Recuerda que cuando nos comunicamos empáticamente, tratando de comprender primero y luego ser comprendidos, abrimos las puertas a soluciones creativas y diferentes alternativas.
La semana que viene seguimos con el hábito # 6. ¡No te lo pierdas!
Recursos: