Cuando nos sucede una desgracia nos sentimos confusos. Muchas veces, la primera reacción que tenemos es culpar a Dios por lo que nos sucede. Con demasiada facilidad le increpamos: ‘¿Por qué a mí?’ Pero sería un error dejar que nuestras emociones dominen el análisis del por qué de las desgracias. Por eso, para desarrollar este tema, nos vamos a apoyar en la Palabra de Dios y a escuchar lo que él tiene para decir al respecto.