En Sentido Latino siempre buscamos formas y consejos para ser mejores personas, para dar lo mejor de nosotros y vivir vidas plenas. En esta temporada nos hemos sumergido en el fascinante mundo de los hábitos, siguiendo las brillantes ideas de James Clear en su libro «Hábitos atómicos».
Hoy vamos a hablar sobre algunos de los principios fundamentales de los cuales hemos conversado a lo largo de varios programas, para dejar en claro cómo los pequeños cambios pueden hacer una gran diferencia en nuestra vida.
Por lo general nos ponemos objetivos ambiciosos, como correr una maratón. Pero la mayoría de las veces esos objetivos nos resultan tan abrumadores, que nos agotamos emocionalmente y nos quedamos a mitad de camino.
En vez de ello, nos enfocamos en crear hábitos atómicos o pequeños y los realizamos de manera consistente. Por ejemplo, comenzamos por incorporar caminatas diarias, y de a poco vamos incrementando el tiempo y esfuerzo.
Un hábito pequeño puede parecer insignificante, pero cuando lo repetimos una y otra vez, sus efectos se multiplican.
Por ejemplo: leer 10 páginas de un libro en un día no significa mucho. Pero si cada día leemos 10 páginas, en el correr de un año quizás hayamos leído 10 libros o más.
En vez de obsesionarnos con el resultado final, es más productivo crear procesos y hábitos consistentes que nos lleven al éxito que buscamos. Para ello, nos centramos en construir sistemas que nos apoyen a largo plazo y donde los resultados sean una consecuencia directa de las acciones que tomamos de manera constante.
Por ejemplo: si queremos perder peso, nos enfocamos en crear hábitos como hacer ejercicio regularmente y comer alimentos saludables.
Todo hábito pasa por cuatro etapas: señal, deseo, respuesta y recompensa.
a. La señal es el desencadenante que indica que es el momento de iniciar un hábito. Puede ser externa, como la hora del día o un lugar específico, o interna, como una emoción.
b. El deseo es algo que se activa en respuesta a la señal, y es lo que nos motiva a realizar el hábito. Puede ser un deseo de algo que nos cause placer, alivio o gratificación.
c. La respuesta es la acción física, la respuesta emocional o el pensamiento automático que tenemos o hacemos como resultado de la señal y el deseo.
d. La recompensa es la gratificación o satisfacción que sentimos después de completar la respuesta y que refuerza el ciclo del hábito y lo hace más probable de ser repetido en el futuro.
Este ciclo señal, deseo, respuesta, recompensa, se repite una y otra vez, llevando a la formación y consolidación de los hábitos. Cuanto más lo repetimos, más arraigados y automáticos se vuelven los hábitos y cada vez se requiere menos esfuerzo y atención para realizarlos.
Comprender esto nos da la oportunidad de modificar o cambiar los hábitos que no queremos tener, interviniendo en cualquier etapa de ese ciclo para alterar el resultado. Por ejemplo:
a. Podemos cambiar la señal para evitar situaciones que desencadenan un hábito no deseado:
• si cada vez que compro donuts para mis hijos no puedo evitar comer uno, voy a dejar de comprar donuts o a comprar solamente uno para cada uno de mis hijos.
b. O podemos modificar la respuesta, reemplazando un comportamiento no saludable con uno saludable:
• cuando compro donuts para mis hijos, en vez de comer uno, salgo a caminar mientras ellos los comen.
Cuando diseñamos el ambiente que nos rodea de acuerdo a los hábitos que queremos adquirir, nos será más fácil seguirlos. Por ejemplo:
a. Si queremos comer en forma más saludable, tendremos frutas a la vista y verduras preparadas.
b. Si queremos crear el hábito de hacer ejercicio regular, comenzaremos por establecer un tiempo en nuestro calendario para dedicarlo a eso, tendremos a mano la ropa necesaria y eliminaremos cualquier obstáculo que pueda interponerse.
c. Si trabajamos desde la casa, tomaremos las medidas necesarias para evitar distracciones innecesarias y fomentar hábitos productivos.
El cerebro primero siente y luego piensa. Nuestra primera respuesta, la respuesta rápida, está basada en los sentimientos, mientras que la segunda respuesta, la respuesta más lenta y consciente, es la que damos luego de pensar. Nuestros pensamientos y acciones están basados en lo que encontramos atractivo y no necesariamente en lo que es lógico. Por lo tanto, apelar a las emociones generalmente es más poderoso que apelar a la razón, a la vez que las emociones pueden ser una amenaza a tomar decisiones sabias.
Cuando reconocemos que nuestras emociones influyen en nuestras decisiones, podemos intencionalmente dejar pasar unos momentos hasta que las emociones se calmen, para así poder dar una respuesta basada en la razón y la lógica.
Dejar de hacer algo, o hacer algo diferente o algo a lo que no estamos acostumbrados puede ser difícil, pero trae recompensas. Cuando somos conscientes de que el sacrificio precede a la recompensa, podemos abordar más fácilmente los cambios en nuestras conductas sabiendo que a su debido tiempo cosecharemos nuestra recompensa.
Por ejemplo: renunciar a consumir alimentos no saludables puede ser más llevadero cuando anticipamos cuanto más enérgicos y saludables nos vamos a sentir a largo plazo.
La diferencia entre nuestros deseos y recompensas determina cuán satisfechos nos sentimos luego de tomar acción.
Cuando deseamos mucho y recibimos poco nos sentimos desilusionados, y viceversa. Pero cuando lo que deseamos y recibimos concuerda, nos sentimos satisfechos. Al comprender que la satisfacción está vinculada a la diferencia entre expectativas y resultados reales, podemos gestionar mejor nuestras expectativas.
En esta tierra de oportunidades que es Estados Unidos, cada uno de nosotros ha recibido innumerables bendiciones. Hemos sido dotados con talentos, habilidades y, lo más importante, con la posibilidad de alcanzar nuestro potencial. Pero, ¿cuántos de nosotros realmente nos hemos detenido a considerar la responsabilidad que viene con esos dones?
Dios nos dice que a quienes se les ha dado mucho, también se les exigirá mucho. Y lo cierto es que Dios nos ha creado con un propósito. Cada uno de nosotros tiene una capacidad única de marcar la diferencia, ya sea en nuestra familia, en nuestro trabajo, o en la comunidad en la que vivimos. Para ello, Dios nos ha dado las herramientas y nos ha trazado el camino. Ahora depende de nosotros dar el paso, abrazar nuestro potencial y caminar con confianza en el camino para el cual fuimos creados.
En este fascinante viaje a través de los hábitos atómicos, hemos explorado las estrategias y las lecciones que nos ofrece James Clear. Cada capítulo, cada ley, y cada paso nos ha llevado a un mayor entendimiento de cómo moldear o manipular conscientemente nuestra conducta y, por ende, nuestras vidas.
Ahora, más que nunca, te insto a que te conviertas en el arquitecto de tus hábitos. Que moldees conscientemente cada señal, deseo, respuesta y recompensa, para construir la vida para la cual has sido creado. Estamos armados con conocimientos poderosos. Este es el momento de traducir esa sabiduría en acción.
Entonces, ¿cuál será tu señal para iniciar el cambio? ¿Cuál será el deseo que te impulsará? ¿Cómo serán tus respuestas activas y, sobre todo, qué recompensas disfrutarás al final del camino? La elección es tuya.