Hoy queremos conversar con ustedes acerca de esa cualidad que muchos de nosotros tenemos, de siempre estar dando y dando. Para ello, nos vamos a basar en un artículo escrito por la psicoterapeuta Anamar Orihuela, donde examina esa necesidad de dar en exceso, a la cual llama de “complejo de héroe”, y las consecuencias emocionales que eso conlleva.
En su artículo «Dar hasta enfermar: el complejo de héroe», Orihuela explica que este complejo se aplica a la persona que:
• Siente que debe ayudar a los demás a resolver su vida sin importar si eso le afecta.
• Tiende a dar en exceso, sacrificando sus propias necesidades y salud emocional.
• Su energía de producir y dar hace que atraiga a personas que demandan.
• Cree que no necesita ni merece nada, y se considera invencible.
• No está conectada consigo misma.
• No sabe establecer relaciones verdaderas, lo que la hace sentirse vacía.
• Se angustia porque necesita resolver las necesidades de los demás.
• Sufre de cansancio crónico y mucho enojo consigo misma.
• Tiene una imagen que cuidar, de tal modo que no la vean frágil.
• En pocas palabras, está atrapada en su propia red de culpa.
Este complejo de héroe se manifiesta en todas las áreas de la vida, desde la familia hasta el trabajo y la relación de pareja.
Veamos algunos ejemplos típicos de una persona con complejo de héroe:
• Es quien siempre presta dinero, paga las cuentas y resuelve los temas legales.
• Es quien parece nunca tener problemas.
• Es quien se traga todas sus necesidades.
• Es el pilar de la familia. Todos esperan mucho de él o ella.
• En la pareja, es quien da de más pues relaciona el amor con dar sin límites.
• En el trabajo, es quien carga con muchas responsabilidades que no le corresponden.
• Se responsabiliza de todo y carga con culpa si no lo resuelve.
¿Qué puede haber detrás de todo esto?
• Culpa – Un niño que ha tenido padres muy severos, de adulto se siente responsable por los demás.
• “Debo ayudar, porque los otros no pueden.”
• “Si yo tengo algo, estoy en deuda.”
• “El otro sufre y me siento culpable si no hago algo.”
• Control – El adulto que tuvo padres muy inestables o controladores.
• “Si te ayudo, estarás conmigo.”
• “Si soy incondicional, me necesitas.”
• “Solo yo puedo resolverlo y así lo tengo bajo control.”
• Miedo – El adulto que tuvo padres ausentes
• “Si no te ayudo me vas a dejar de querer.”
• “No sé decir que no.”
• “Si digo que no, siento que estoy rechazando.”
• Vergüenza – El adulto que ha tenido padres ausentes
• “Si te ayudo, vas a saber que soy valioso.”
• “Para ser aceptado debo hacer mucho.”
• “Qué van a decir de mi si no lo ayudo.”
Quienes están atrapados en este complejo son incapaces de aceptar y recibir ayuda, ya que esto les genera sentimientos de culpa. Pero ese dar sin restricciones y constantemente, a menudo a expensas de sus propias necesidades y bienestar, les provoca ira hacia los demás por no reconocer o valorar suficientemente sus esfuerzos altruistas.
En realidad, el héroe tiene un ego impresionante. Cree que nadie puede resolver las cosas mejor que él o ella. Siempre tiene la razón. Puede hacerlo todo. Ama ser necesitado y tener el control. Pero la realidad es que hay momentos en que hay que ser vulnerables, decir que no, y saber recibir.
Esto lo vemos mucho en las mujeres, ya que, en muchos casos, la sociedad influye en la internalización del papel de heroína, educando y esperando que la mujer tenga en cuenta las necesidades de los demás, lo que hace que la mujer relacione su femineidad con dar y dar y dar.
Entonces, ¿qué podemos hacer para dejar de dar para ser validados o reconocidos? Veamos.
Primero – No responder automáticamente. Cuando alguien nos pide algo, pedir tiempo para pensarlo y preguntarnos:
• ¿Lo puedo hacer?
• ¿Lo quiero hacer?
• ¿Lo sé hacer?
• ¿Me corresponde hacerlo?
Es común creer que solo nosotros podemos hacerlo bien. Pero si decimos que no lo vamos a hacer, estaremos dándole la oportunidad a la otra persona de hacer otra elección.
Segundo – Reconocer el miedo y ser vulnerable. El segundo paso implica reconocer y enfrentar el miedo que puede estar impulsando nuestro comportamiento de héroe. La vulnerabilidad se presenta como una herramienta poderosa para desarmar las barreras emocionales y permitir un entendimiento más profundo de uno mismo.
Ejemplo práctico: Marta siempre se ha sentido obligada a asumir las responsabilidades de los demás para evitar el rechazo. Al reconocer su miedo de no ser suficiente, decide ser vulnerable y compartir sus propias necesidades y limitaciones con su familia. Admite su temor al rechazo y busca apoyo emocional en lugar de cargar con todo.
Tercero – Cultivar el orgullo personal, de tal forma que sea una fuente interna de satisfacción que no dependa de la aprobación externa. ¿Cómo lo hacemos? Reconociendo nuestros logros y esfuerzos, independientemente de la validación que nos den los demás.
Ejemplo práctico: Juan siempre asumía tareas adicionales en el trabajo, con el fin ser reconocido y validado. Al comenzar a reconocer y celebrar sus logros, aprende a dejar de depender de la aprobación de sus superiores.
Cuarto – Identificar y nombrar al rescatador interno. Este paso implica reconocer cuándo hacemos algo movidos por el impulso de salvar a los demás, y establecer límites saludables para evitarlo.
Ejemplo práctico: Cada vez que siente la urgencia de solucionar los problemas de los demás, Laura se da cuenta de que quien la impulsa es su rescatador interno. Poco a poco, aprende a decir «no» y establece límites saludables para proteger su bienestar.
Quinto – Admitir que el trabajo necesario para liberarse del complejo de héroe no es meramente mental, sino que implica tratar las heridas emocionales desde un lugar de compasión y autenticidad.
Ejemplo Práctico: Marcos explora las heridas emocionales de su infancia que lo llevaron a sobre compensar, actuando como «héroe». A través de una terapia, aborda desde el corazón su miedo a la vulnerabilidad y aprende a aceptarse a sí mismo con compasión, liberando la necesidad constante de demostrar su valor.
Este proceso se presenta como una oportunidad para cultivar una conexión más profunda con uno mismo, establecer límites saludables y vivir desde un lugar de autenticidad y equilibrio emocional, donde el amor propio y la generosidad coexisten en armonía.
Si a estas alturas se están preguntando si sufren del “complejo de héroe”, aquí van algunas preguntas que les pueden ayudar a averiguarlo.
1. Cuándo alguien te cuenta un problema, ¿en seguida piensas cómo resolverlo aunque no te pidan ayuda?
2. ¿Haces cosas por otras personas que no haces por ti?
3. ¿Te metes en problemas de tiempo o dinero por no saber decir que no?
4. ¿Aparentas ser feliz, aunque en realidad te sientes vacío?
5. ¿Atiendes las necesidades de todos menos las tuyas?
6. ¿Te cuesta trabajo decir lo que te molesta y poner límites?
7. ¿Eres el papá de tu pareja, amigos y hasta tus padres?
8. ¿Sientes que debes hacerlo todo por ti mismo?
9. ¿Te cuesta trabajo pedir ayuda o ser vulnerable?
10. ¿Necesitas sentir que tienes el control de las situaciones y las personas?
11. ¿Qué tipo de cosas has hecho para rescatar a alguien?
12. ¿Eso qué hiciste afectaba tu integridad física, emocional o económica?
La Biblia aborda principios relacionados con el equilibrio en dar y recibir, así como la importancia de cuidar de uno mismo. Aunque no menciona específicamente el «complejo de héroe» moderno, contiene enseñanzas que se pueden aplicar a este tema.
Sabiendo lo difícil que es para los seres humanos encontrar ese equilibrio emocional, Jesús dijo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39). Este mandato destaca la importancia de amar a los demás, pero también nos llama la atención al hecho que solo podemos amar bien al otro, es decir, amarlo con un amor sano, cuando nos amamos también a nosotros mismos .
Entonces, es hora de dejar atrás el agotamiento emocional y abrazar la prosperidad que obtenemos al vivir vidas equilibradas, reconociendo que no necesitamos ser héroes, sino los protagonistas de nuestra propia historia, mereciendo y dando amor, cuidado y respeto.
Te invitamos a dar el siguiente paso, practicando la autoaceptación, estableciendo límites saludables y abrazando la vulnerabilidad. Celebra tus éxitos y aprendizajes, reconociendo que mereces tanto como das. ¡Es hora de convertirnos en personas equilibradas, capaces de recibir y dar de manera plena!
Descubre la alegría de cuidarte a ti mismo mientras sigues siendo una luz para los demás y recuerda: el cambio comienza contigo.