Detalle de lo tratado
En el programa anterior dijimos que es común ensimismarnos tanto en la lucha por lograr los objetivos que nos proponemos para nosotros y nuestra familia, que fácilmente nos olvidamos de las necesidades del mundo que nos rodea y que, si bien es cierto que tenemos la responsabilidad y el honor de proveer para nuestra familia, también es cierto que vivimos en medio de una comunidad y nos corresponde abrir los ojos para poder ver sus necesidades y suplir por ellas.
También hablamos de que el servicio a los demás, o altruismo, es la acción que contiene el poder de alejarnos de nuestras propias quejas o descontentos al ayudar a otros con una intención genuina, sin esperar nada a cambio.
Y luego dimos algunas ideas de cómo ayudar a otros y recordamos que más importante aún que el beneficio personal que obtenemos al ayudar a otros, es que estamos obedeciendo y agradando a Dios.
Hoy vamos a enfocarnos en a quién debemos ayudar y escucharemos la opinión de Dios en cuanto a nuestra ayuda al prójimo.
Todos sabemos que debemos ayudar a nuestro prójimo. Refiriéndose al prójimo, el diccionario de la real academia española dice que es una «persona respecto de otra, consideradas bajo el concepto de la solidaridad humana». En otras palabras, nuestro prójimo es la humanidad entera. Cualquier persona cerca de nosotros es nuestro prójimo… a quien la responsabilidad civil de ayudarle.
Hagamos un ejercicio juntos. Pensemos en lo que ocupa nuestra mente durante el día:
El reto no es solamente pensar en nuestro prójimo y sus necesidades, sino también actuar y apropiarnos de sus necesidades como si fueran nuestras.
Abrir los ojos para ayudar implica dejar de mirarnos a nosotros mismos e invitar a Dios a que sea parte de cada aspecto de nuestra vida y permitirle que dirija nuestras acciones hacia el bienestar de todos.
Tú puedes pedir ayuda. Puedes recurrir a un montón de cosas. La Biblia dice que puedes pedirle ayuda a Dios. Si estás pensando que para ayudar a otros necesitas tener dinero… ¡¡¡estás equivocado!!! No hace falta tener dinero, sino las ganas y la fuerza para hacerlo. Créeme que ayudar a los demás da una sensación tremenda de satisfacción.
O quizás estés pensando que yo no sirvo para eso, o que no tengo talento para eso. ¡No es cierto! No necesitas tener talento. Lo que necesitas tener es voluntad. Voluntad para ver las necesidades que te rodean y poner los medios para hacer una diferencia en la vida de las personas que las sufren.
¿Quién te necesita? ¡La persona que está más cerca de ti! Si recordamos que las personas que están más cerca nuestro son nuestros prójimos, vamos a comprender que ellas son nuestra responsabilidad y vamos a estar atentos a sus necesidades y dispuestos a responder a ellas en la medida de nuestras capacidades. Entonces sí, vamos a comenzar a cambiar el mundo… una necesidad y una persona por vez.
PARA REFLEXIONAR:
Tenemos la responsabilidad de prestar ayuda a toda persona a nuestro alrededor que lo necesite. El reto no es simplemente «pensar» en esas personas y sus necesidades, sino «hacer nuestras» sus necesidades y responder a ellas.
John MacArthur dijo: «La validez de las buenas obras ante los ojos de Dios depende de dos factores: en el poder de quién son hechas y para la gloria de quién se hacen. Toda vez que se hagan en el poder del Espíritu y para su gloria, resultarán agradables y hermosas para Dios. Pero cuando se hacen en el poder de la carne y motivadas por el reconocimiento o el mérito personales, son ineficaces y rechazadas por Él».
¿QUÉ NOS DICE LA BIBLIA?