• noviembre 7, 2024
  • A quién debemos ayudar

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  • 1. ¿Qué significa ayudar a otros?

    En el programa anterior dijimos que es común ensimismarnos tanto en la lucha por lograr los objetivos que nos proponemos para nosotros y nuestra familia, que fácilmente nos olvidamos de las necesidades del mundo que nos rodea y que, si bien es cierto que tenemos la responsabilidad y el honor de proveer para nuestra familia, también es cierto que vivimos en medio de una comunidad y nos corresponde abrir los ojos para poder ver sus necesidades y suplir por ellas.
    También hablamos de que el servicio a los demás, o altruismo, es la acción que contiene el poder de alejarnos de nuestras propias quejas o descontentos al ayudar a otros con una intención genuina, sin esperar nada a cambio.
    Y luego dimos algunas ideas de cómo ayudar a otros y recordamos que más importante aún que el beneficio personal que obtenemos al ayudar a otros, es que estamos obedeciendo y agradando a Dios.
    Hoy vamos a enfocarnos en a quién debemos ayudar y escucharemos la opinión de Dios en cuanto a nuestra ayuda al prójimo.

    2. ¿A quién debemos ayudar?

    Todos sabemos que debemos ayudar a nuestro prójimo. Refiriéndose al prójimo, el diccionario de la real academia española dice que es una «persona respecto de otra, consideradas bajo el concepto de la solidaridad humana». En otras palabras, nuestro prójimo es la humanidad entera. Cualquier persona cerca de nosotros es nuestro prójimo… a quien la responsabilidad civil de ayudarle.
    Hagamos un ejercicio juntos. Pensemos en lo que ocupa nuestra mente durante el día:
    – ¿Qué porcentaje de nuestros pensamientos tienen que ver con los problemas o necesidades de otras personas? No estamos hablando de nuestro cónyuge, hijos, padres o hermanos. ¿Qué porcentaje de tus pensamientos y oraciones van dirigidos al bienestar de una persona no relacionada contigo?¿Quizás un 20% o un 10%?
    – Ahora vayamos un poco más profundo. ¿Qué porcentaje de esas personas que tuvimos en mente y en oración (que no son familiares) recibieron nuestra ayuda?
    El reto no es solamente pensar en nuestro prójimo y sus necesidades, sino también actuar y apropiarnos de sus necesidades como si fueran nuestras.
    Abrir los ojos para ayudar implica dejar de mirarnos a nosotros mismos e invitar a Dios a que sea parte de cada aspecto de nuestra vida y permitirle que dirija nuestras acciones hacia el bienestar de todos.

    3. ¿Qué es necesario para ayudar a otros?

    Tú puedes pedir ayuda. Puedes recurrir a un montón de cosas. La Biblia dice que puedes pedirle ayuda a Dios. Si estás pensando que para ayudar a otros necesitas tener dinero… ¡¡¡estás equivocado!!! No hace falta tener dinero, sino las ganas y la fuerza para hacerlo. Créeme que ayudar a los demás da una sensación tremenda de satisfacción.
    O quizás estés pensando que yo no sirvo para eso, o que no tengo talento para eso. ¡No es cierto! No necesitas tener talento. Lo que necesitas tener es voluntad. Voluntad para ver las necesidades que te rodean y poner los medios para hacer una diferencia en la vida de las personas que las sufren.
    ¿Quién te necesita? ¡La persona que está más cerca de ti! Si recordamos que las personas que están más cerca nuestro son nuestros prójimos, vamos a comprender que ellas son nuestra responsabilidad y vamos a estar atentos a sus necesidades y dispuestos a responder a ellas en la medida de nuestras capacidades. Entonces sí, vamos a comenzar a cambiar el mundo… una necesidad y una persona por vez.

    PARA REFLEXIONAR:

    Tenemos la responsabilidad de prestar ayuda a toda persona a nuestro alrededor que lo necesite. El reto no es simplemente «pensar» en esas personas y sus necesidades, sino «hacer nuestras» sus necesidades y responder a ellas.
    Piensa en alguna situación concreta que hayas vivido.
    – ¿Qué hizo que te resultara fácil ayudar?
    – ¿Qué hizo que te resultara difícil ayudar?
    -¿Qué puedes hacer para superar las cosas que te hacen difícil ayudar?
    John MacArthur dijo: «La validez de las buenas obras ante los ojos de Dios depende de dos factores: en el poder de quién son hechas y para la gloria de quién se hacen. Toda vez que se hagan en el poder del Espíritu y para su gloria, resultarán agradables y hermosas para Dios. Pero cuando se hacen en el poder de la carne y motivadas por el reconocimiento o el mérito personales, son ineficaces y rechazadas por Él». 

    ¿QUÉ NOS DICE LA BIBLIA?

    – A veces creemos que las cosas que hacemos por los demás nos hacen ver bien delante de Dios, como si Dios estuviera llevando la cuenta de lo que hacemos bien para ver si llegamos a ser justos delante de él. Pero las buenas obras o el altruismo no cuentan para nuestra salvación. La Biblia dice: «… mas el justo por su fe vivirá» (Habacuc 2:4).
    – Por otro lado, el apóstol Santiago dice: «la fe sin obras es muerta» (2:26). Y es que la fe sin obras es muerta porque revela un corazón que no ha sido transformado por Dios. Los cristianos pertenecemos a Cristo, el buen pastor, y como ovejas que somos, escuchamos su voz y le seguimos (Juan 10:26-30).
    – Entonces, la marca de la fe salvadora es la obediencia a Dios. Jesús lo dijo de esta manera: «Por sus frutos los conoceréis» (Mateo 7:20). Las buenas obras, entonces, son las que simplemente fluyen de forma natural de un corazón regenerado por Dios.
    – No es una tarea fácil. Pero no estamos solos. Dios nos dice en Gálatas 6:2: «Sobrelleven los unos las cargas de los otros, y cumplan así la ley de Cristo».

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