Hoy queremos hablar acerca del futuro. La cultura latina es muy dada a horóscopos, limpias, lectura de las cartas, de la mano y de cuánta cosa nueva que se inventa para tratar de conocer el futuro y manipularlo o cambiarlo. Pero, ¿podemos intervenir en nuestro futuro? ¿podemos saber qué pasará mañana? Sigue escuchando…
Pero antes, queremos poner a tu disposición nuestro folleto titulado «El futuro«. Lo puedes descargar de forma gratuita en la sección de recursos de esta página web, donde también encontrarás más información en cuanto a este tema y muchos más.
Todos sabemos que muchos latinos tienden a ser supersticiosos y hacen cosas rarísimas para tratar de controlar el futuro. Encontré una lista graciosísima publicada por Fer De Orduña en BuzzFeed. Aquí mencionamos algunas:
* Si pones la bolsa en el piso, se «va el dinero».
* Si pones una escoba detrás de la puerta, alejarás a visitas indeseadas.
* Si señalas el arcoíris, te saldrán verrugas.
* Ponerte un hilo rojo en la frente hará que se te quite el hipo.
* Si tocas madera evitarás una desgracia.
* Si te zumban los oídos es porque están hablando mal de ti.
* Si te pican las manos es porque vas a recibir dinero.
* Si te persignas con la primera ganancia del día, se te triplicará.
* Si le cortas las uñas a tu bebé con un cortaúñas, tendrá problemas para hablar.
* Si una embarazada se rasca la panza durante la luna llena, el niño saldrá con una mancha.
Lo cierto es que los seres humanos vivimos con unas ganas inherentes de lograr un futuro mejor. Pero, lamentablemente, la realidad que vemos es un desmejoramiento en las funciones o acciones institucionales y humanas. Vemos un aumento en la violencia y en la injusticia. Han aumentado la violencia doméstica, los robos, los secuestros, los ajustes de cuentas entre pandillas, los asesinatos y las violaciones. Todo esto nos demuestra el desprecio por los valores más importantes como la vida misma. Entonces entramos en pánico y queremos evitar lo que creemos que es nuestro futuro inevitable y recurrimos a supersticiones, brujas, bolas de cristal y a veces hasta recurrimos a dios, pero no al Dios verdadero que no está de acuerdo con todas estas cosas, sino un dios que nos inventamos a nuestro gusto.
Pero pensemos, no hay que recurrir al esoterismo para tratar de controlar o adivinar el futuro. El intento de controlar el futuro es algo que millones de personas hacemos todos los días y a todas horas. Lo hacemos en las cosas más pequeñas y triviales, como cuando cuidamos que la comida no se queme, hasta en las cosas más grandes y complejas, como cuando un grupo de países envía un gran laboratorio al espacio para analizar los cambios climáticos. Querer influenciar lo que está por ocurrir es algo común. Y también es algo común creer que, si se logran controlar todos los detalles, lograremos exactamente lo que queremos.
Sin embargo, déjame decirte lo que yo veo en tu futuro. No tengo ninguna bola de cristal aquí, no creo en la superstición y mucho menos practico la brujería. Pero sé que, haciendo un análisis inteligente y deducciones educadas, hay tres formas básicas de futuro:
1. Hay futuros que son la consecuencia directa de acciones que se combinan para dar lugar a un suceso ulterior.
2. Hay futuros que aparecen como consecuencia de un esfuerzo de auto organización.
3. Y hay futuros que resultan de la coincidencia de circunstancias y cuyos efectos se atribuyen a lo que corrientemente se llama «casualidad», «suerte» o «destino», pero que en realidad se deben a la intervención, o no, de Dios.
Vamos a desarrollarlos uno a uno.
1- Futuros que son la consecuencia directa de acciones que se combinan para dar lugar a un suceso ulterior o subyacente
Esta parte de nuestro futuro es producido por intervenciones externas a nosotros. Por ejemplo, las situaciones globales políticas, económicas y sociales que producen un futuro que esencialmente escapa a nuestra intervención o deseos.
2- Futuros que aparecen como consecuencia de un esfuerzo de auto organización
En este caso, el futuro no está totalmente determinado por circunstancias externas y el pasado. Esta parte de nuestro futuro surge «desde adentro» de nosotros y produce cosas nuevas. Al menos una parte de la acción generadora viene de nuestra propia actividad, de lo que decidimos hacer y no hacer.
* Las personas que tienen menor potencial creativo se limitan a utilizar su capacidad para preservar lo que han alcanzado. Un ejemplo sería un comerciante quien, a pesar de los problemas económicos, lucha y logra mantener su negocio funcionando, pero sin hacerlo crecer.
* Pero otros, son capaces de producir transformaciones que implican elementos totalmente nuevos e impactan directamente su futuro. Por ejemplo, hay escuelas que, a pesar de las cambiantes políticas educativas y los pequeños presupuestos que les asignan, crecen en infraestructura y calidad educativa gracias al trabajo de docentes, cooperadores y padres.
3- Futuros que resultan de la coincidencia de circunstancias y cuyos efectos se atribuyen a lo que corrientemente se llama «casualidad», «suerte» o «destino», pero que en realidad se deben a la intervención, o no, de Dios.
En este caso vemos a Dios en su absoluta sabiduría, actuando en la historia humana y en el cosmos que ha creado o permitiendo que actúen determinadas fuerzas. Estas situaciones ocurren en todas las áreas de la vida. Pero recuerda que Dios no actúa de manera antojadiza, sino motivado por su imparcial justicia y su gran amor por toda la humanidad. Y si no entendemos todo lo que hace es porque nuestras mentes humanas no pueden comprender a cabalidad la inmensidad y perfección divina. Es como tratar de explicarle a nuestro bebé recién nacido que lo estamos vacunando porque en el mundo hay miles de enfermedades que lo pueden matar. El bebé solo entiende que le duele su bracito. Pero nosotros como padres sabemos que todo lo que hacemos o dejamos de hacer por nuestros hijos, lo hacemos por amor a ellos.
Si bien el futuro es en gran medida imprevisible y nadie sabe certeramente qué ocurrirá mañana, es sabio vivir el presente pensando en el futuro. Es decir que en vez de preguntarnos: ¿qué va a ser de nosotros?, debemos preguntarnos: ¿qué vamos a hacer nosotros? Y es allí, en la respuesta a esa pregunta, donde construimos nuestro futuro. El futuro es una oportunidad no conocida, un camino no transitado. Pero, cómo será vivido, qué oportunidades serán conocidas y qué caminos serán transitados, dependerá de las prioridades y propósitos con los que vivamos hoy.
Un ejemplo sencillo es la forma en que vemos y comprendemos el concepto del tiempo. Sabemos lo valioso que es. En una sociedad materialista como la nuestra lo más importante es el dinero, y todo lo demás gira a su alrededor. Y no estamos hablando de la gente avaricia, sino de la realidad de hoy. Entonces nace la ecuación tiempo = dinero, mi tiempo es equivalente a dinero. Por ejemplo, vendemos por dinero el tiempo de nuestro trabajo y compramos con dinero el tiempo de los demás en servicios, comida, etc. Pero las consecuencias de esta concepción del tiempo se revelan de una manera implacable al final de nuestra vida. Muchas personas trabajan sin parar por conseguir un dinero que al final no podrán gastar ni llevarse consigo ni a la tumba, y no son conscientes de esto, o se dan cuenta cuando ya es demasiado tarde.
Pero, si queremos salir de ese círculo vicioso y aprovechar nuestra oportunidad de ser felices en esta vida, debemos adentrarnos por nuevos u olvidados caminos, y dejar los caminos ya trillados. Nuestro tiempo vale mucho más que solamente dinero. Con las cosas que elegimos hacer con nuestro tiempo, cada momento, vamos creando nuestro propio destino. Con esos hilos vamos entretejiendo nuestro futuro. Muchas personas creen en el fatalismo y la predestinación, que dice que estamos atados por las circunstancias y las fuerzas externas. Sin embargo, esas enseñanzas y creencias son totalmente opuestas a lo que Dios enseña en la Biblia.
Recordemos que somos espíritu, alma y cuerpo, así que nos movemos y actuamos en áreas espirituales, mentales y físicas. Por ejemplo, nuestros actos físicos crean cambios en el medio ambiente donde nos desenvolvemos, mientras que los deseos y sentimientos determinan la naturaleza de nuestras relaciones y la actividad espiritual afecta nuestra paz o falta de paz interior. La suma de todo esto conforma nuestro ser.
En el ámbito físico, podemos tomar medidas para cuidar nuestro cuerpo, nuestro medio ambiente, nuestra salud.
En el plano emocional, hay que cultivar deseos y sentimientos apropiados y actuar acorde con ellos. Si dedicamos cada día un tiempo para cultivar pensamientos enriquecedores, ampliaremos el poder de nuestra mente y nuestras emociones.
En lo que respecta al ámbito espiritual, leer y estudiar la Biblia, participar de una iglesia cristiana donde podemos ser reafirmados en el perdón y recibir el apoyo, consuelo y fortaleza para vivir cada día, ayuda a eliminar la culpa, nos libera del pecado y de las malas acciones, y contribuye a que vivamos en paz. La confianza en Jesús crea valor y serenidad para afrontar los infortunios inevitables de la vida, y anima a erradicar sentimientos dañinos hacia nosotros mismos y hacia quienes creemos que son responsables de nuestra infelicidad, mejorando así nuestro presente y nuestro futuro.
Entonces, en el fértil suelo de nuestra triple naturaleza, física, mental y espiritual, sembramos las semillas del futuro, así como ahora estamos recogiendo la cosecha de los cultivos pasados. Si nuestra cosecha nos parece pobre y carente de frutos, podremos mejorarla sembrando mejores semillas que Dios pone a nuestra disposición.
Y lo bueno es que nunca nos quedamos sin la oportunidad de sembrar nuevamente. Sembremos, entonces, semillas de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, y cosecharemos paz y felicidad. Esta es la clave para modelar, poco a poco, nuestro ser y nuestro futuro.
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