En este tiempo de Cuaresma, cuando muchos de nosotros estamos acostumbrados a practicar diferentes disciplinas espirituales, vamos a comenzar una serie de programas hablando sobre los hábitos y las disciplinas que podemos desarrollar para tener una vida productiva, mientras comentamos acerca del libro titulado «Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva» de Stephen R. Covey.
Nuestra vida está llena de hábitos. De hecho, nuestro carácter se compone de nuestros hábitos. Cuando desarrollamos hábitos saludables, creamos oportunidades para generar éxito y efectividad en nuestra vida. Este es el momento de pensar en los hábitos no beneficiosos que tenemos y proponernos cambiarlos por otros que sí sean beneficiosos.
Covey define un hábito como una intersección entre el conocimiento, la capacidad y el deseo. El conocimiento es lo teórico, el qué hacer y el por qué hacerlo. La capacidad es el cómo hacerlo. El deseo, por su parte, es la motivación, el querer hacerlo. Entonces, para que algo que hacemos se convierta en un hábito, necesitamos esos 3 elementos.
Las terapeutas Jelinek y Strong dicen que algunos hábitos pueden promover el bienestar físico y mental, mientras que otros pueden tener un impacto no deseado en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, con un poco de esfuerzo, es posible cambiar los hábitos que ya no nos sirven por otros nuevos que sí nos sirvan.
Por su parte Stephanie Jahn, consejera de la salud mental, dice que «Crear un nuevo hábito puede ser una fuente de orgullo, porque te das cuenta de que eres capaz de mejorar tu vida». También señala que los hábitos ayudan a fortalecer nuestra autoestima al darnos una mayor sensación de logro.
Por otra parte, cuando estructuramos nuestra vida con hábitos positivos, haciendo que nuestros días sean más previsibles, logramos reducir nuestro nivel de estrés y ansiedad.
Algunos consejos recomendados por los expertos para establecer nuevos hábitos:
* Primero: Proponte algo que sea realista – Cuando quieres incorporar en tu vida una rutina nueva, debes estar convencido que es algo que crees poder alcanzar. Cuando es así, es más probable que la practiques regularmente y, con el tiempo, esto te ayudará a que se convierta en un hábito. Por ejemplo, si quieres incorporar más ejercicio en tu vida, en vez de proponerte hacer 1 hora de ejercicio cada día de la semana, puedes proponerte hacer media hora de ejercicio 3 veces por semana.
* Segundo: Hazlo lo más conveniente posible: Cuanto más fáciles puedas hacer tus nuevas rutinas, mayores serán las posibilidades de que se conviertan en hábito. Por ejemplo, si quieres acostumbrarte a beber más agua durante el día, quizás puedas comenzar llevando tu botella de agua en tu bolsa al trabajo.
* Tercero: Practica tu nueva rutina a la misma hora todos los días – Por lo general es más fácil realizar las nuevas rutinas cuando las hacemos siempre al mismo tiempo, ya que el entorno nos da señales que nos ayudan a recordarlo. Siguiendo con los ejemplos anteriores: si vas a caminar media hora 3 veces por semana, quizás lo puedas hacer temprano en la mañana, antes de ir a trabajar o de llevar a los niños a la escuela. O si lo que quieres es acostumbrarte a beber más agua, puedes llenar tu botella con agua a la noche, antes de irte a dormir.
* Cuarto: Celebra tus logros – Los estudios demuestran que las personas que se sienten bien con su progreso en el desarrollo de nuevas rutinas, son más propensas a seguirlas. Es por ello que se aconseja encontrar formas de celebrar las pequeñas victorias para mantenernos motivados. Por ejemplo, publicar mensajes alentadores en tu muro o anotar en la nevera lo lejos que has llegado.
* Quinto: Apóyate en tus amigos – Cuando te unes a alguien que quiere incorporar un hábito en su vida, sea el mismo hábito que tú o uno diferente, podrán apoyarse y rendirse cuentas mutuamente, fortaleciéndose así ambos.
A partir del próximo programa, vamos a comenzar a hablar sobre Los 7 Hábitos de la Gente Altamente Efectiva. Esos hábitos representan la internalización de principios correctos que cimientan la felicidad y el éxito duraderos.
Pero antes de que podamos comprenderlos, tenemos que entender nuestros propios «paradigmas» y saber cómo cambiarlos. La palabra paradigma se emplea por lo general con el sentido de modelo, teoría, percepción o marco de referencia. En el sentido más general, es el modo en que vemos, percibimos o interpretamos el mundo.
Un modo simple de pensar en los paradigmas es considerarlos como mapas. Todos sabemos que el mapa es una explicación de ciertos aspectos de un territorio. De la misma forma, un paradigma es una teoría, una explicación o un modelo de alguna otra cosa.
Supongamos que uno quiere llegar a un lugar específico del centro de Chicago, para lo cual tiene en mano un mapa de la ciudad. Pero supongamos también que la imprenta hizo un error, y que el mapa que dice «Chicago», es en realidad el mapa de «Detroit». Podemos imaginar la frustración e inefectividad con las que tropezaremos al tratar de llegar a nuestro destino.
¿Qué hacer?
A. Podemos modificar nuestra conducta, quizás leyendo el mapa más atentamente o manejando a más velocidad. Pero nuestros esfuerzos sólo lograrán conducirnos más rápido al lugar erróneo.
B. Podemos trabajar sobre nuestra actitud, pensando más positivamente en lo que estamos tratando de hacer. Tampoco llegaremos al lugar correcto, pero quizás no nos importe. La actitud puede ser tan positiva que uno se sienta feliz en cualquier parte.
Pero la realidad es que nos hemos perdido. El problema fundamental no tiene nada que ver con la actitud o la conducta, sino con el hecho de que estamos usando un mapa equivocado. Si tenemos el mapa correcto de Chicago, entonces el esfuerzo que pongamos es importante, y cuando encontremos obstáculos en el camino, entonces la actitud puede marcar una diferencia. Pero el requerimiento más importante es tener el mapa correcto.
De la misma forma, todos tenemos muchos mapas en la cabeza, que pueden clasificarse en dos categorías principales:
1. los mapas que nos dicen cómo son las cosas (o realidades), y
2. los mapas que nos dicen cómo deberían ser (o valores).
Con esos mapas mentales interpretamos todo lo que experimentamos, por lo general sin siquiera tener conciencia de que existen, sino dando por sentado que el modo en que vemos las cosas corresponde a lo que realmente son o a lo que deberían ser. Estos supuestos dan origen a nuestras actitudes y conducta, ya que el modo en que vemos las cosas es la base de la forma en que pensamos y actuamos.
Las influencias que obran en nuestras vidas, como la familia, la escuela, la Iglesia, el ambiente de trabajo, los amigos, los compañeros de trabajo y la sociedad que nos rodea, contribuyen a dar forma a nuestro marco de referencia, a nuestros paradigmas, a nuestros mapas. Los paradigmas son inseparables del carácter. Ser es ver en la dimensión humana. Y lo que vemos está altamente interrelacionado con lo que somos. No podemos llegar muy lejos en la modificación de nuestro modo de ver sin cambiar simultáneamente nuestro ser, y viceversa.
Los paradigmas son poderosos porque crean los cristales o las lentes a través de los cuales vemos el mundo, y están basados en principios que forman parte de la condición, conciencia y moral humanas. Por ejemplo: la rectitud, equidad, justicia, integridad, honestidad, dignidad humana, servicio, excelencia, potencial, crecimiento, etc.
Los principios son verdades profundas, fundamentales, de aplicación universal, como la rectitud, integridad, honestidad, dignidad humana, potencial, crecimiento, educación y estímulo. Se aplican a los individuos, las familias, los matrimonios, a las organizaciones privadas y públicas de todo tipo. Entonces, cuanto más estrechamente nuestros mapas o paradigmas concuerden con estos principios o leyes naturales, mejores serán.
Los 7 hábitos de las personas altamente efectivas que vamos a estar discutiendo en los siguientes programas no son un conjunto de partes independientes, sino que juntos nos van a ayudar a desarrollar nuestra efectividad personal e interpersonal. Están basados en estos principios por lo que, al convertirse en la base de nuestro carácter, nos pueden brindar beneficios máximos a largo plazo.
Así como se dice que «el hábito no hace al monje», así nosotros tampoco somos nuestros hábitos. Podemos reemplazar nuestras pautas de conducta antiguas por pautas y hábitos nuevos de efectividad, de felicidad y de relaciones saludables. ¡Y qué mejor momento para comenzar que en este tiempo de Cuaresma!
La Cuaresma son los cuarenta días antes de la Pascua (sin contar los domingos), que comienza el Miércoles de Ceniza y termina el Sábado Santo. Esos cuarenta días nos recuerdan el tiempo que Jesús pasó en el desierto siendo tentado por el diablo, preparándose para comenzar su ministerio.
Para los cristianos la Cuaresma es un tiempo de arrepentimiento, meditación y preparación para recordar el sacrificio y muerte de Jesucristo el Viernes Santo y su gloriosa resurrección el Domingo de Pascua. Es por ello que en esta época muchos eligen renunciar a algo o dedicar parte de su tiempo para ayudar a otros, recordando que Jesús dio su vida por ellos.
Así como el sacrificio de Jesús nos ha dado una nueva oportunidad en la vida y en la muerte, así también es posible construir hábitos nuevos que nos ayuden a desarrollar nuestro potencial y a ejercer una influencia positiva en nuestra familia y sociedad.
Manos a la obra, con Dios todo es posible.