• julio 18, 2024
  • Cómo manejar las emociones

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  • Introducción

    Hoy vamos a seguir hablando sobre cómo cultivar la felicidad y el crecimiento personal, basándonos en el libro ‘Construye la vida que quieres’, escrito por Arthur C. Brooks y Oprah Winfrey, aprendiendo a manejar nuestras emociones.

    Para ello vamos a compartir algunas herramientas concretas, desafiar las creencias negativas y establecer metas alcanzables. Si estás listo para tomar el control de tus emociones, reescribir tu pasado y construir un futuro más feliz, este programa te ofrece la dirección y el impulso necesarios para lograrlo.

    En el programa anterior dijimos que la felicidad no es algo con lo que nacemos, sino un proceso que cultivamos a lo largo del tiempo a través de decisiones conscientes y autogestión; que la felicidad no es la meta final; y que la infelicidad no es un enemigo a quien tenemos que evitar a toda costa.

    Ser feliz o infeliz no es lo mismo que sentirnos bien o mal. Cuando algo nos hace sufrir, naturalmente reaccionamos con una emoción negativa. Si bien no podemos evitar esa emoción negativa, sí podemos elegir cómo reaccionar ante ella. Por ejemplo: si un ser querido se enferma gravemente, naturalmente vamos a tener miedo de lo que pueda sucederle. Pero podemos elegir cómo expresar ese miedo y cómo afecta nuestra vida.

    Así como el clima afecta la capacidad de trabajar de una compañía de construcción, nuestras emociones impactan nuestra vida diaria. La clave no está en cambiar el clima (lo cual es imposible), o desear que fuera diferente (lo cual es inútil), sino tener planes de contingencia, estar preparados para el mal tiempo y gestionar los proyectos de acuerdo con las condiciones del día.

    Nuestras emociones son señales que nos indican que algo está sucediendo a lo cual debemos prestar atención. Cuando somos conscientes de estas señales, podemos decidir cómo responder a ellas. Por ejemplo, cuando estamos enojados, antes de decir algo podemos contar hasta diez o incluso cien, como sugirió Thomas Jefferson, dando así tiempo a nuestro cerebro a decidir cómo reaccionar de manera más reflexiva.

    No estamos diciendo que tratemos de evitar los sentimientos negativos, sino de entenderlos y aprender de ellos, evitando que nos lleven a hacer cosas perjudiciales. Recordemos que los malos sentimientos son normales, pero se convierten en un problema cuando afectan negativamente nuestro comportamiento hacia nosotros mismos o hacia los demás.

    Por ejemplo, imaginemos que llegamos a casa después de un día agotador en el trabajo, abrumados por el estrés y la frustración. En lugar de dejarnos llevar por esas emociones y reaccionar impulsivamente, entrando a la casa de mal humor, podemos reconocerlas como señales de que algo está sucediendo y contar hasta diez, dándole tiempo a nuestro cerebro a reaccionar de manera más reflexiva.

    Todos enfrentamos desafíos. A veces podemos cambiar nuestras circunstancias, como buscar un nuevo trabajo, mudarnos de ciudad o país, o restituir una relación. Pero otras veces cambiar no es práctico o posible, como cuando tenemos problemas de salud, o cuando nuestra pareja nos abandonó, o cuando un hijo se ha ido por el mal camino.

    Es en situaciones como esas que lo único que podemos cambiar es nuestra forma de reaccionar. Y, para hacerlo, tenemos que dejar pasar las emociones negativas que nos impulsan a reaccionar instintivamente, y darnos tiempo a reflexionar para reaccionar en forma positiva.

    Lo mismo sucede con los eventos del pasado. No es posible volver al pasado y cambiar la historia, pero sí podemos aligerar su peso, cambiando la forma en que percibimos nuestros recuerdos.

    Comienza reflexionando sobre tu pasado, cuestionando los recuerdos dolorosos y enfocándote en los momentos positivos. Por ejemplo, imagina que identificas un recuerdo específico en el que perdiste un empleo y te sentiste desalentado. Puedes explorar ese recuerdo desde una perspectiva diferente y, en lugar de ver la pérdida del trabajo como un fracaso personal reescribes esa narrativa, enfocándote en las habilidades que desarrollaste durante ese período de búsqueda de empleo, e identificando la resiliencia y la capacidad de adaptación que ganaste, incluso en medio de la adversidad.

    Cuando hacemos algo así, no estamos negando las dificultades pasadas, sino cambiando la manera en que las interpretamos. Este ejercicio nos libera de la carga emocional negativa asociada con ese recuerdo y nos permite reconstruirlo como una etapa de crecimiento y fortaleza.

    Para ejercer ese control sobre nuestras emociones, el autor nos da cuatro formas prácticas de ponerlo en práctica. Veamos.

    1. Primero: al experimentar una emoción intensa, observar lo que sentimos como si le estuviera sucediendo a otra persona. Al hacerlo así, podemos comprender esa emoción a nivel consciente y evitamos que se vuelva destructiva. Por ejemplo: luego de haber tenido un desacuerdo fuerte con un amigo o familiar, nos podemos sentar en silencio y pensar en los sentimientos que tenemos, dándoles tiempo a que nos permitan razonar, y luego ver pasar el enojo o la frustración, como si le estuviera sucediendo a otra persona.

    2. Segundo: escribir nuestras emociones en un diario. Esta práctica nos obliga a traducir lo que sentimos en pensamientos específicos, para lo cual tenemos que pensar. Las investigaciones muestran que llevar un diario mejora la comprensión y regulación emocional, y al organizar el caos mental nos sentimos más en control y tomamos decisiones más informadas. Por ejemplo: cuando estamos ansiosos por todas las cosas que tenemos que hacer, tomarnos el tiempo de hacer una lista en orden de importancia nos ayudará a sentirnos en control y a ser más efectivos.

    3. Tercero: mantener un diario de recuerdos felices para revisarlo en momentos de tristeza o descontrol. La memoria y el estado de ánimo están conectados, por lo que recordar momentos felices del pasado ayuda a mejorar el ánimo.

    4. Cuarto: tratar de encontrar propósito y aprendizaje en las circunstancias difíciles de la vida. La vida de cada persona tiene malos recuerdos auténticos, de eso nadie se escapa. Pero es posible reflexionar sobre esas experiencias difíciles del pasado con el objetivo de encontrarles un propósito y aprender de ellas. Por ejemplo: el año pasado no obtuvimos la promoción que queríamos en el trabajo. Pero eso nos llevó a hacer un curso de capacitación que nos permitió luego presentarnos y obtener un trabajo aún mejor.

    Estos ejercicios pueden ayudarnos a cambiar nuestra perspectiva y darnos un mayor sentido de control.

    En los próximos episodios, exploraremos cómo elegir las emociones que queremos experimentar y cómo tomar decisiones más informadas sobre nuestros sentimientos.

    Mientras tanto, te invitamos a descargar gratis el folleto “Cómo encontrar el equilibrio en tu vida” en la sección RECURSOS de esta página web.

    Las emociones positivas suelen incluir el gozo, que los psicólogos definen como «un sentimiento de extrema alegría, deleite o exaltación… que surge de una sensación de bienestar o satisfacción». O sea, es algo placentero pero fugaz.

    Por su parte, la Palabra de Dios define al gozo como un «fruto del Espíritu», un bienestar que produce una satisfacción interior que trasciende nuestras circunstancias terrenas debido a la relación que tenemos con Dios.

    Conclusión

    Hoy, hemos hablado sobre la capacidad que tenemos para transformar nuestras emociones, redefinir nuestro pasado y abrir la puerta a un futuro más feliz.

    Esperamos que este programa haya sido una fuente de inspiración, información y herramientas prácticas que los ayuden a construir la vida que desean, recordando que la felicidad no es simplemente la ausencia de emociones negativas, sino un viaje consciente hacia la comprensión de nuestras emociones y la toma de decisiones informadas.

    ¿Estás listo para tomar el control de tus emociones, reescribir tu pasado y construir un futuro más feliz? ¡Acompáñanos en este viaje de autodescubrimiento y transformación!


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