• octubre 14, 2021
  • Diferentes en la sexualidad

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  • Introducción
    Hoy vamos a hablar de las diferencias que tienen los hombres y mujeres en los conceptos sobre el amor.

    El amor es una realidad única para el hombre y para la mujer, porque el amor posee en sí una verdad propia y personal. Así que, el hombre y la mujer son diferentes en su forma de expresar su amor mutuo. Con frecuencia, debido a una pobre comunicación, hasta el amor se convierte en un arma que desestabiliza su vida en común, convirtiéndose en fuente de frustración, de distanciamiento, de rechazo.

    Las estadísticas consideran la falta de armonía en la sexualidad y el amor como la segunda causa de las rupturas matrimoniales. Da la impresión de que el hombre y la mujer no se sienten satisfechos en la forma en cómo se sienten amados, y ello obedece nuevamente a una realidad: tal vez desconocen uno del otro la forma en que viven este aspecto.

    Se dice que una de las metas de los primeros años de matrimonio es llegar a adquirir a través del diálogo conyugal una armonía en este tema, con el fin de que se convierta en una realidad que sirva para el enriquecimiento mutuo y no en un camino de alejamiento y de separación.

    1. EL SENTIDO DE LA SEXUALIDAD

    Cualquiera que se pregunte sobre la sexualidad, nota enseguida la ambigüedad de esta expresión. La sexualidad humana no es sexualidad animal. En el animal la sexualidad es un fenómeno determinante, pues los animales no tienen más capacidad que abandonarse a su inclinación natural. El hombre, en cambio, posee libertad y raciocinio sobre su sexualidad, por lo que no tiene por qué abandonarse a sus impulsos.

    Veamos algunas características de la sexualidad humana.

    a. La sexualidad humana no es buena ni mala en sí misma. Corresponde al ser humano convertirla en un valor altamente realizador o en elemento aberrante o destructor.

    b. La sexualidad humana está compuesta por la razón y el amor. Es un compromiso personal del individuo. Así la sexualidad no es un dinamismo ciego en el que sólo domina el placer, sino una fuerza que compromete a todo el ser entero. En pocas palabras: si el amor está ausente de ella, el gozo de la sexualidad se trunca.

    c. La sexualidad humana supera lo puramente biológico para elevarse hasta lo espiritual. El sexo desempeña un papel en la maduración de la personalidad corporal y en el desarrollo de la personalidad moral. Los animales sólo pueden poseerse; los seres humanos en el mismo acto de la posesión pueden amarse. La sexualidad se convierte así en la portadora del amor.

    d. En el amor conyugal, la sexualidad debe ser un don mutuo en el que se dé un lenguaje, un diálogo, en el que los cuerpos son medio de expresión, un medio para descubrir mejor al otro. Lo que hará la grandeza y la hermosura del momento de la unión será que todo sea fruto de una vida afectiva en unidad emocional.

    2. LOS OBSTÁCULOS DEL DIÁLOGO

    Pero no siempre es fácil lograr esa armonía ideal en cuanto a nuestros conceptos de amor y sexualidad. Existen dos tipos de obstáculos: los que surgen de las deformaciones generalmente sufridas en la vida de cada quien y otros adquiridos en la vida en común:

    a. Los obstáculos circunstanciales

    La educación femenina. Un posible obstáculo es la falta de conocimiento de las mujeres en el aspecto sexual. Ello provoca que la mujer se interne en su vida conyugal sin saber verdaderamente lo que le espera. Tal vez lo sexual llegue a su vida violentamente o en forma al menos chocante. Ello puede provocar repugnancia insuperable hacia el otro sexo, y la repugnancia provoca frigidez. Muchas mujeres se sienten ultrajadas en las relaciones sexuales, por lo que se refugian en lo que sea para evitar las mismas alegando cansancio o participando de una forma pasiva.

    La educación masculina. En el hombre, la educación de la sexualidad generalmente se desarrolla más bajo el impulso del egoísmo o del narcisismo. A veces ha aprendido más a usar a la mujer que a amarla. Llega así a una inmadurez sexual difícilmente superable. Puede desligar la sexualidad del amor. En el matrimonio tal vez imponga la ley de lo cuantitativo sobre lo cualitativo.

    La psicología de cada sexo. Por todo ello, podemos sacar algunas conclusiones generales.

    * La sexualidad masculina es exuberante, exigente, imperativa, fuertemente biológica.
    * La femenina es discreta, delicada, frágil y sutil.
    * En el hombre la sexualidad es genital y la excitación sexual es rápida y fácil de provocar.
    * En la mujer es corporal y por ello lenta.
    * El deseo masculino puede ser fácilmente estimulado incluso sin amor.
    * En cambio en la mujer no hay deseo sin amor.

    b. Los obstáculos normales

    La impaciencia sexual. No se concientizan los matrimonios de que en la vida conyugal hay que aprender a tener un diálogo conyugal, con la intención de que la sexualidad de ambos funcione al unísono, lo cual requiere tiempo. La mujer debe vencer la difícil barrera inicial y el marido debe aprender a funcionar al ritmo de la esposa. En toda relación de pareja el inicio es una época de dudas, de vacilaciones, de exploración. Si no se sabe manejar con delicadeza este tema fácilmente la mujer se decepciona, pues no disfrutará de la sexualidad y el marido también quedará insatisfecho.

    La ilusión sexual. En un mundo hipersexual, donde todo acerca del sexo es mito, a veces se construyen ilusiones que no tardan en desvanecerse. La vida sexual en una pareja no lo es todo, ni siquiera lo más importante, pues el amor tiene otras dimensiones que, de olvidarse, convierten la sexualidad en una experiencia frustrante. A ello se debe que muchos matrimonios vivan su vida conyugal en una decepción crónica y en una consiguiente irritación.

    3. LAS REGLAS DEL DIÁLOGO SEXUAL

    ¿Qué podemos hacer entonces frente a estos obstáculos? Podemos aprender algunas reglas que ayudan a orientar la conducta de los cónyuges según las experiencias del amor conyugal.

    a. La oblación esencial. (Oblación: Ofrenda y sacrificio que se hace a Dios) Amar no es lo mismo que poseer una cosa. El amado no es un instrumento de placer. La unión sexual por ello, más que tomar posesión del otro significa donarse a uno mismo. Si la oblación no está en la raíz del encuentro sexual, la auténtica armonía será imposible; y el sexo será un goce momentáneo que terminará produciendo tristeza. Por ello, es regla: «El deseo de los esposos debe ser una voluntad de don; no de goce; la unión, un encuentro, no una posesión.»

    b. El dominio de sí mismo. Se sabe que una de las mayores dificultades que encuentra el matrimonio en el camino de la armonía mutua, es la rapidez de la unión conyugal que en el fondo deja insatisfechos a ambos. De ahí la necesidad del conocimiento mutuo y del dominio personal. Otra regla: «Para tratar al cónyuge con justicia y con amor, se debe adquirir un sólido dominio sobre sí mismo, puesto que sólo él hace posible la unión armoniosa de la pareja.»

    c. El contenido interior. De la misma manera en que la palabra sólo es rica por la calidad del pensamiento que la habita, así los gestos de amor sólo son ricos si expresan amor. La moral conyugal exige que todos los actos de amor estén cargados de un rico contenido interior. Los gestos vacíos son inmorales. Esta regla podría formularse así: «Toda caricia debe estar cargada de amor más que de deseo.»

    d. La ternura. Se podría definir como la delicadeza del corazón que se traduce en la delicadeza del gesto. Para quienes se aman, además del impulso sexual, existe la ternura. Es el amor que se hace caricia, mirada, beso. Debe construir un estado en la vida de los esposos. Marido y mujer deben construir la ternura a fin de que el amor sea la alegría de todos los momentos, y no sólo en la unión sexual.

    e. La dignidad. Muchos matrimonios comienzan a romperse, porque se da la queja de que en la unión conyugal falta dignidad. Hace dialogar sobre este tema, y no considerar a priori que el otro o la otra tienen ideas anticuadas sobre el sexo. También hay que ser conscientes de que lo que hoy se exhibe en espectáculos, revistas o cine no representan lo ideal de una vida conyugal, pues generalmente son gestos sin contenido. Se trata, pues, de descubrir juntos en el diálogo, la mejor forma de expresarse el amor mutuo, respetando los valores de cada uno.

    Conclusión
    Hoy hablamos de las diferencias que tienen los hombres y mujeres en los conceptos sobre el amor.

    Recordemos que el amor es una realidad única para el hombre y para la mujer, porque el amor posee en sí una verdad propia y personal y que debemos hacer tolo por conocer cómo nos sentimos amados cada uno y la forma en que vivimos este aspecto.

    Que una de las metas principales de tu vida en pareja sea llegar a adquirir a través del diálogo conyugal una armonía en este tema, con el fin de que se convierta en una realidad que sirva para el enriquecimiento mutuo y no en un camino de alejamiento y de separación.

    La pareja no tiene simplemente «que soportarse». El amor debe crecer y crecer mucho. Debe convertirse en el garante de la propia felicidad y de la duración del mismo matrimonio. Más allá de una estética de fidelidad o deber, o de miedo a volver a empezar, el matrimonio debe basarse sobre la alegría y el gozo de sentirse amados y de amar, de comprender y de sentirse comprendidos, de respetar y sentirse respetados.

    Propongámonos seriamente conocer a fondo la realidad del sexo opuesto, partiendo de la base que Dios nos hizo diferentes para enriquecernos a través de esas diferencias.


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