En este mes de junio, cuando celebramos el Día del Padre, estamos hablando sobre los diferentes aspectos que incluye la paternidad. En el primer programa de esta serie dijimos que la paternidad es una vocación, y explicamos que la vocación no es el trabajo o profesión a lo que uno se dedica sino lo que uno realmente es, y que es una tarea encomendada por Dios, por lo que es una tarea sagrada.
Antes de seguir, queremos poner a su disposición nuestro folleto titulado «Paternidad responsable». Lo pueden descargar de forma gratuita en la sección de RECURSOS de esta página web, al igual que en nuestra aplicación móvil gratis CPTLN. Allí encontrarán más información en cuanto a este tema.
En el programa número dos de esta serie conversamos acerca de la tarea del padre, y cómo debemos poner los medios necesarios para descubrir y establecer la meta o propósito que tenemos para nuestros hijos y trabajar intencionalmente cada día para lograrlo.
Pero ¿qué sucede cuando nos desviamos del camino? ¿Qué sucede cuando hacemos cosas que, en lugar de ayudarnos, estorban nuestro progreso para llegar a esa meta o propósito? ¿Qué pasa cuando «erramos al blanco»? De eso queremos conversar el día de hoy.
Miriam Esteban Blanco publicó un artículo donde nos recuerda que, si bien todos cometemos errores, cuando nos disculpamos con nuestros hijos ellos aprenden lecciones importantes sobre la gracia y el perdón. Muchos padres desconfían de disculparse con sus hijos porque creen que es una señal o muestra de debilidad o falta de autoridad. Pero disculparse significa reconocer con humildad y franqueza que nadie es perfecto, que todos cometemos errores, pero que siempre existe la posibilidad de reconocer nuestros defectos y arrepentirnos de ellos desde el corazón.
Por lo tanto, lejos de ser un signo de debilidad, pedir perdón es una muestra de la entereza de nuestro carácter y una oportunidad perfecta para enseñar un comportamiento noble y saludable. El ser padres requiere transmitir cierta autoridad, pero eso no significa que debamos mantenernos alejados de nuestros hijos. Es importante aprender a reconocer los errores de ambos lados para que podamos ayudarnos mutuamente y sentir que somos un equipo, una familia.
Y es que hay muchas razones por las que podemos tener que pedir perdón a nuestros hijos, por ejemplo: cuando olvidamos algo que les habíamos prometido y por lo que estaban muy emocionados; cuando sin darnos cuenta los ofendemos, aunque para nosotros pueda parecer insignificante; cuando perdemos los estribos y les gritamos; cuando no hemos estado lo suficientemente atentos a sus problemas, etc.
Cuando nos disculpamos tenemos que asumir la totalidad de nuestra culpa. Aun cuando hayamos hecho algo porque de alguna manera fuimos provocados por alguien, o cometimos un error debido a circunstancias externas, en definitiva nuestras acciones son producto de nuestras decisiones.
Entonces, simplemente tenemos que reconocer que hemos cometido un error y pedir perdón. Al hacerlo también admitimos que no somos infalibles, que somos humanos y fallamos.
Cuando pedimos perdón consciente y honestamente, lo que pensamos y sentimos en ese proceso se manifiesta en nuestra forma de actuar. Cada acto sincero de arrepentimiento implica el intento de corregir el error cometido y evitar que vuelva a ocurrir. Esto requiere un cambio en nuestra persona.
Veamos algunas cosas a tener en cuenta cuando les pedimos perdón a nuestros hijos luego de haber actuado o dicho algo que no correspondía:
1. Nos hacemos cargo de nuestras emociones
Es comprensible que a veces estemos frustrados o molestos, se lo decimos a nuestros hijos todo el tiempo. Pero como adultos, debemos hacernos cargo de nuestras emociones y no dejar que ellas nos controlen.
2. Conectamos la emoción con lo que hicimos
Está bien que les expliquemos a nuestros hijos por qué nos sentimos y reaccionamos de tal o cual manera, pero debemos cuidar de no usar esto como una oportunidad para culpar a otros.
3. Pedimos perdón por lo que hicimos
Cuando hablamos con nuestros hijos, les decimos lo que hicimos mal, les explicamos por qué estuvo mal y les pedimos perdón. De esa manera, ellos aprenderán a pedir perdón y verán que tampoco pueden actuar de esa manera.
4. Reconocemos los sentimientos de nuestros hijos
Les expresamos que entendemos que los lastimamos o asustamos. Más allá de la razón que haya provocado nuestro comportamiento o reacción equivocada, debemos asegurarnos de que entiendan que nuestro afecto no se basa en que ellos cumplan con nuestras expectativas.
5. Compartimos lo que vamos a hacer para evitar que suceda lo mismo en el futuro
Esta es una gran oportunidad para enseñarles a nuestros hijos a aprender de nuestros errores y a mejorar. Seamos específicos en lo que pretendemos hacer para evitar culpar a los demás o gritar.
Asumir la responsabilidad de la paternidad es un gran privilegio, pero también es un gran desafío. No es una tarea fácil y conlleva un gran trabajo. Es una tarea que nunca termina y que no da descanso. Cada día al levantarse hay que volver a hacer todo nuevamente, lo cual puede ser desgastante y hacer que perdamos de vista la meta, perjudicando a nuestros hijos con nuestras acciones o reacciones exageradas. Peor todavía: podemos causar un enorme daño cuando no interactuamos con nuestros hijos.
Pensemos en esto: nadie descargaría un camión cargado con concreto en el patio de su casa y esperaría que el patio tome forma por sí solo. El concreto requiere atención, y atención inmediata. Lo mismo sucede con su rol de padre. Como padre, usted es responsable de la alimentación física, emocional y espiritual de sus hijos. Usted necesita darles forma, moldearlos.
Sin embargo, muchos niños jamás escuchan a su padre decir: «hijo, lo siento; papá se equivocó; te pido perdón», porque sus padres tienen miedo de ser el modelo a seguir, tienen miedo de mostrar lo que significa reconocer un error y arrepentirse. Tal vez sea miedo a debilitar su autoridad o quizás sea simplemente demasiado orgulloso para confesarlo delante de sus hijos o esposa.
Pero los niños saben cuando algo no está bien. El sentido de justicia de los niños es muy agudo. Y un padre tiene solamente una opción cuando falla: arrepentirse y pedir perdón. Es la única manera de ser un modelo a seguir para nuestros hijos. Los buenos padres hacen eso.
Cuando nos arrepentimos, cuando admitimos nuestro fracaso, recibimos el perdón de Dios. Es muy difícil tener que admitir que hemos fallado en la crianza de nuestros hijos. Pero los beneficios del arrepentimiento son extraordinarios.
Cuando nos equivocamos y lastimamos a nuestros hijos, ¿lo admitimos? Debemos hablar con nuestros hijos y decirles: «papá se equivocó. Lo que hice no estuvo bien. Lo siento. Por favor perdóname». Y cuando nuestros hijos nos perdonan, es un momento maravilloso — es vivir en el corazón, en el centro mismo de la vida.
Pero, incluso si un hijo no quiere perdonar a un padre arrepentido — y eso sucede — incluso entonces, el arrepentimiento sigue siendo lo correcto. Es todo lo que usted puede hacer cuando se equivoca. Y puede estar seguro de que Dios le perdona y que, con la guía y la gracia de Dios, usted puede seguir luchando y hacer lo que tenga que hacer para restaurar una relación rota y ser el padre que Dios lo ha llamado a ser. Dios siempre perdona. Él nunca guarda rencor, Él no retiene el perdón, más bien lo da en todo momento. Ese es el tipo de Padre que es. Él es distinto a cualquier padre humano. Él nunca se cansa de perdonarnos. Él se deleita en ello porque lo ama y se preocupa por usted.
Pedir perdón a nuestros hijos nos hace coherentes, nos ennoblece y promueve la autoestima de nuestros hijos. Les hace ver cuán importantes son ellos para nosotros. Pero lo más importante es que, cuando pedimos perdón, les estamos enseñando a perdonar. Y no hay nada más extraordinario que ahogar el mal en una abundancia de bien.
No se olvide de esto. Cuando usted se esfuerza por ser el mejor padre que puede ser, cometerá algunos errores en el camino, fallará al blanco. Cuando eso suceda, será tentado a ignorarlo, quizá pretender que eso no sucedió y esperar que nadie se haya dado cuenta o que simplemente desaparezca. Será tentado a excusarse, a racionalizarlo. Será tentado a hacer cualquier cosa — cualquier cosa, menos arrepentirse. Pero usted no puede hacerle eso a su familia. Pida perdón y sea un buen modelo a seguir.
Recursos: