Detalle de lo tratado
Introducción
¿Quiénes somos?
¿A dónde vamos?
¿Para qué estamos en este mundo?
Conclusión
Introducción
¿Alguna vez te has preguntado cuál es tu propósito en la vida? ¿Has sentido como que estás dentro de una rueda, dando vueltas pero sin llegar a ningún lugar? Si es así, quiero que sepas que no estás solo. A todos nos llega un momento en la vida en el cual, inevitablemente, nos preguntamos: ¿quién soy, a dónde voy, para qué estoy en el mundo?
¿Quiénes somos?
La psicología nos dice que nuestro «yo» está formado por dos identidades diferentes: la identidad personal y la identidad social. En otras palabras, unas personas se definen por los grupos de los que forman parte, mientras que otras se definen por sus rasgos personales.
La identidad social
La identidad social define al yo en términos de los grupos de pertenencia. Por ejemplo, decimos que somos madre o padre, esposa o esposo, hija o hijo, escritor, policía, médico, etc. Esto significa que existimos con el propósito de dar lo mejor de nosotros en cada área de nuestra identidad social.
La identidad personal
Por otro lado, en la identidad personal entran en juego nuestros rasgos, actitudes, habilidades y demás características que nos auto atribuimos. Por ejemplo, simpatía, solidaridad, tranquilidad, sabiduría, conocimiento, amor, valentía, etc. Cuando definimos quiénes somos con nuestra identidad personal, nuestra individualidad es reflejada mejor por nuestros atributos que por nuestros roles sociales.
¿A dónde vamos?
Pero aun sabiendo quienes somos, a veces nos cuesta encontrar propósito o significado a nuestra vida porque no sabemos hacia dónde vamos.
Un ejercicio muy reconocido y utilizado en el campo de relaciones humanas y salud mental es comenzar por el final. Para obtener una idea de a dónde realmente quiere ir nuestro corazón en la vida, debemos ir imaginariamente al final de nuestra vida haciéndonos las siguientes preguntas. Cuando llegue al final de mi vida:
Toma un tiempo para responder estas preguntas y luego establece un plan para lograr las metas que te has propuesto. Cuando sabemos a dónde queremos llegar, podemos encontrar el camino para hacerlo.
¿Para qué estamos en este mundo?
El saber quiénes somos y a dónde vamos nos da una idea del propósito por el cual estamos en este mundo. Pero Dios nos da un propósito de vida aún mayor. Cuando lo seguimos a él, toda nuestra vida se hace nueva: sus propósitos pasan a ser nuestros propósitos y su perspectiva eterna se convierte en nuestra visión.
Entonces, para vivir con propósito, necesitamos estar conectados a Dios, saber qué cosas él valora, qué cosas aprecia y cuál es su propósito para con nosotros y este mundo que él creó. Cuando eso sucede, todo lo que hacemos y valoramos, todo nuestro tiempo, nuestros talentos y tesoros, todo se enfocará hacia su gloria y el bien de quienes nos rodean. Pero esto es exactamente a lo que nuestra sociedad se niega. Aquí es donde nuestro pecado y egoísmo hacen que nos rebelemos contra Dios.
Hoy te desafío a que veas que el propósito de tu vida es poner al servicio de Dios todos los talentos y habilidades que él te ha dado. Porque en la vida sólo podemos tener un Señor y un Salvador. Cualquier otra cosa que se interponga entre nosotros y Dios debe ser dejada de lado.
Muchas veces nos rompemos la cabeza pensando para qué estamos en este mundo, pero en realidad es relativamente fácil de descifrar: estamos aquí para brillar en el lugar en que Dios nos ha puesto, con los dones que nos ha dado, para el beneficio de muchos y la gloria de Dios.
Conclusión
Es común preguntarnos cuál es nuestro propósito en la vida. A todos nos llega un momento en la vida en el cual inevitablemente nos hacemos estas preguntas del ser: quiénes somos, a dónde vamos y para qué estamos en el mundo. Es que el saber quién somos y a dónde vamos nos da una idea del propósito por el cual estamos en este mundo.
Pero Dios nos da un propósito de vida aún mayor. Cuando lo seguimos a Él, toda nuestra vida se hace nueva: sus propósitos pasan a ser nuestros propósitos y su perspectiva eterna se convierte en nuestra visión.
Entonces, para vivir con propósito, necesitamos estar conectados a Dios, saber qué cosas Él valora, qué cosas aprecia y cuál es su propósito para con nosotros y este mundo que Él creó. Cuando eso sucede, todo lo que hacemos y valoramos, todo nuestro tiempo, nuestros talentos y tesoros, todo se enfocará hacia su gloria y el bien de quienes nos rodean.
Pero esto es exactamente a lo que nuestra sociedad se niega. Aquí es donde nuestro pecado y egoísmo hacen que nos rebelemos contra Dios. Hoy te desafío a que veas que el propósito de tu vida es poner al servicio de Dios todos los talentos y habilidades que él te ha dado. Porque en la vida sólo podemos tener un Señor y un Salvador. Cualquier otra cosa que se interponga entre nosotros y Dios debe ser dejada de lado.
Muchas veces nos rompemos la cabeza pensando para qué estamos en este mundo, pero en realidad es relativamente fácil de descifrar: estamos aquí para brillar en el lugar en que Dios nos ha puesto, con los dones que nos ha dado, para el beneficio de muchos y la gloria de Dios
Juntos nos hemos tomado unos minutos hoy para reflexionar sobre las respuestas. Si descubrimos quiénes somos y a dónde vamos, vamos a saber y entender para qué estamos en este mundo. Y cada respuesta será diferente y especial.
Es importante tener metas en la vida, pero lo más importante de todo es cumplir el propósito con que Dios nos ha creado. Si el propósito eterno de Cristo no satura nuestra vida, nuestros objetivos y todo lo que hacemos, no somos más que simples actores que representamos un papel sin saber en realidad quién somos ni a dónde vamos.
Confía en Dios y aprovecha al máximo tu tiempo aquí en el mundo. Cada uno de nosotros va a seguir siendo quien es en su respectiva profesión y trabajo, ya sea como maestro, ama de casa, jornalero, estudiante, camioneros, médico, policía, etc. También vamos a seguir en nuestras respectivas etapas de vida como solteros, casados, jóvenes o viejos, pero antes que todo, como hijos de Dios…
Podemos vivir nuestra vida plenamente y con propósito dondequiera que estemos, amando y sirviendo a quienquiera que sea que Dios ponga en nuestro camino.