• marzo 11, 2021
  • La autojustificación

  • Regresa

  • Detalle de lo tratado
    Introducción
    La etiqueta de mis acciones
    La recompensa
    Conclusión

    INTRODUCCIÓN
    Todos sentimos la necesidad de aprobación. Nos gusta sentir que otros nos aprueban como personas y que tienen un buen concepto de nosotros. En otras palabras, de alguna manera todos queremos justificarnos, o justificar nuestra vida ante otros. El querer justificarnos es parte de nuestra vida, es algo que buscamos y deseamos todos los seres humanos. La medida o norma de nuestra justificación en el mundo, lo que nos justifica ante otros son nuestras obras, las cosas buenas que hacemos o que no hacemos.

    Y hablando de las cosas buenas que hacemos, recientemente comencé a cuidar un poco la cantidad de azúcar que consumo, para tratar de comer más saludable. Una de las formas que uso para controlar mi ingesta de azúcar es revisar las etiquetas de los alimentos que compro. Usualmente, todos los alimentos tienen una etiqueta con la lista de ingredientes, entonces allí reviso el contenido de azúcar y la cantidad de carbohidratos. Si tiene mucho, no me la como. Bueno, al menos trato…

    LA ETIQUETA DE MIS ACCIONES
    En la vida sucede lo mismo. Queramos o no, los demás siempre miran la «etiqueta» con la lista de nuestros «ingredientes» para saber si se relacionan con nosotros o no. En otras palabras, los demás miran nuestras obras, lo que hacemos o dejamos de hacer, para justificar su aceptación y relación con nosotros.

    Por ejemplo:

    * en nuestro trabajo, la etiqueta de nuestras obras tiene que justificar que merecemos el empleo y el salario que recibimos;
    * quienes tienen pareja deben justificarse mostrando en su etiqueta de obras, de diversas formas y con distintos gestos, que en realidad son miembros activos que contribuyen al bienestar del hogar y de la relación de pareja;
    * los alumnos también sienten la necesidad de «estar bien» con sus maestros y de cumplir con sus instrucciones para que las etiquetas de sus acciones muestren que son buenos estudiantes.

    La justificación es simple y sencillamente parte de nuestra vida, es algo que buscamos y deseamos como seres humanos. Y para eso, nos aseguramos de tener una «etiqueta» atractiva, con una lista de obras buenas que los demás puedan ver y aprobar. Y en cierto sentido, eso no está mal. Este mundo necesita de nuestras buenas acciones.

    Una de las razones por las cuales el ser humano se esfuerza tanto en su «etiqueta de ingredientes» o buenas acciones y quiere justificarse y ser considerado recto ante otros, es porque fuimos creados para vivir en relación a los demás. Todos tenemos responsabilidades ante nuestro prójimo que generalmente queremos cumplir. Y por eso queremos quedar bien con nuestros semejantes, queremos tener relaciones justas o rectas con los demás. Es parte de nuestra humanidad.

    Otra razón es que queremos saber que nuestra vida en este mundo importa, que tenemos algo que contribuir, que alguien nos valora por lo que hacemos, por nuestro trabajo, por nuestras obras. Queremos que alguien reconozca que existimos, que nos justifique bien, que vea la etiqueta en nuestra espalda con la lista de las cosas buenas que hacemos y las cosas malas que no hacemos. Ser justificado ante otros o por otros es una manera de afirmar la dignidad humana de una persona.

    LA RECOMPENSA
    Cuando Martín Lutero, junto con los reformadores de la iglesia de occidente del siglo dieciséis, habla de esta justificación ante otros, la llama de «justicia activa», porque es algo que se consigue por medio de la actividad del ser humano a favor del prójimo. Esta justicia está basada en lo que se debe hacer y no hacer al relacionarse con el prójimo.

    Dios premia nuestra etiqueta de justicia activa con bendiciones temporales. Cuando tratamos bien a quienes nos rodean y cumplimos con nuestras tareas, hay paz y tranquilidad por doquier y nos llevamos bien con la gente.

    Cuando actuamos en favor de quienes nos rodean nos sentimos con mejor humor, somos más optimistas y sube nuestra autoestima. El mundo necesita de nuestras buenas obras y de nuestra justicia activa que damos a conocer en la etiqueta de nuestro comportamiento.

    Sin embargo, este tipo de justicia es imperfecta, no es eterna. Dios no necesita nuestras obras. Es el prójimo quien las necesita.

    CONCLUSIÓN
    Es verdad que nos gusta sentir que otros nos aprueban como personas y que tienen un buen concepto de nosotros. Todos queremos justificarnos, o justificar nuestra vida ante otros y la medida o norma de nuestra justificación en el mundo, lo que nos justifica ante otros son nuestras obras, las cosas que hacemos, o que no hacemos.

    Pero esta justicia activa, la etiqueta de ingredientes de nuestras buenas obras, aunque necesaria para este mundo no es perfecta, no justifica nuestras vidas en última instancia. Los seres humanos caemos en el error de querer auto justificarnos ante Dios por medio de nuestra etiqueta de conocimientos, sabiduría, de nuestras buenas decisiones en la vida para mostrarle nuestro valor.

    Pero, como mencionamos anteriormente, Dios no necesita nuestras obras. Es el prójimo quien las necesita. Siempre habrá lugar para las buenas obras en nuestra vida, pues estas son necesarias para beneficio de nuestro prójimo. Sin embargo, ante Dios, sólo Cristo da valor a nuestras vidas, en él, Dios nos justifica y nos da su amor y perdón, no por lo que hayamos hecho o dejado de hacer, sino por la fe en su Hijo, el Cristo crucificado, nuestra justificación. Ese el único ingrediente que cuenta en nuestra etiqueta espiritual.

    Unidos a Cristo, nuestra necesidad y búsqueda de aprobación, valoración y justificación ya no tiene peso. En Cristo encontramos descanso y refrigerio. Él no mira nuestra «etiqueta» para decidir si nos salva o no. Unidos a él, tenemos la certeza del amor incondicional de Dios y somos justificados y perdonados ante su presencia. Cristo es nuestra justificación.


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