En medio de las tragedias y desgracias de la vida, ¿cómo podemos ser agentes de ayuda y apoyo a quienes sufren?
A todos nos suceden cosas que nos duelen y nos parecen injustas. Creemos que, si somos buenas personas y no le hacemos mal a nadie, no debería pasarnos nada malo. Pero la realidad no es así. ¿Qué podemos hacer para remontarnos por encima de las desgracias y tragedias de la vida?
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Para sentirse seguros, los niños deben conocer los límites de su conducta. Pero algunos padres no disciplinan a sus hijos y solo aplican castigos cuando se enojan. Sin embargo, los niños disciplinados con amor se sienten seguros, respetan a sus padres y a su autoridad.
Muchas personas no aprendieron a amar, porque nunca fueron amadas como necesitaban. Sin embargo, todos necesitamos afecto y expresiones de amor para no desequilibrarnos.
Cuando nos sentimos útiles y apreciados, nuestra autoestima aumenta. Por lo tanto, la forma en que valoremos al niño en sus primeros años de vida va a determinar cuán seguro se sienta y cuánto se va a aceptar a sí mismo y a los demás.
Los cambios están siempre a la orden del día. Algunos son buenos, otros no tanto. Pero lo cierto es que NO siempre debemos ser flexibles a los cambios. Hay principios básicos que, aunque pasen mil años, no debemos soltar ni cambiar.
Todos tenemos la responsabilidad de ayudar a quienes nos rodean. El reto no es solamente pensar en nuestro prójimo y sus necesidades, sino hacer nuestras sus necesidades y responder a ellas.
Es tan común ensimismarnos tanto en la lucha por lograr los objetivos que nos proponemos para nosotros y nuestra familia, que fácilmente nos olvidamos de las necesidades del mundo que nos rodea.
Los niños necesitan estar seguros de su bienestar para poder desarrollar fortaleza y valor para enfrentarse a la vida. Cuando el niño se siente seguro de sí mismo y de su entorno, tiene conciencia de sí mismo y se da cuenta de lo que le conviene o le perjudica.
Muchos padres creen que la relación con sus hijos es prioritaria sobre la relación de pareja. Sin embargo, cuando un niño ve que sus padres hacen de su relación de pareja una prioridad, aprende a valorarse a sí mismo y a sentirse parte importante de la familia.