Llegó diciembre y yo escucho un grito en mi estómago que dice ¡A COMER! Pero también escucho fiesta, rumba, ruido y familia. Y ya sabes lo que pasa cuando hay mucha gente junta: ¡siempre hay lío! Porque cada cabeza es un mundo, ¡todos somos únicos!
Hoy queremos hablar sobre la naturaleza y causas de los conflictos. Y vamos a seguir los consejos del libro «Conviértete en un Pacificador Impactante» del Dr. Samuel Inbaraja.
En general decimos que la persona pacificadora es la que logra establecer la paz y la calma entre quienes están peleados. Según el doctor Inbaraja, un pacificador es alguien que sabe cómo resolver conflictos de tal manera de producir un cambio duradero.
La verdad es que todos tenemos la capacidad de ser pacificadores. Tenemos el poder de transformar los conflictos en oportunidades, sembrando semillas de entendimiento y compasión en nuestras familias. Así que, ¡manos a la masa y a cocinar un plato sabroso de paz y reconciliación, entendiendo la naturaleza y las causas de los conflictos!
El conflicto es parte de la vida de todos nosotros, desde discutir qué película ver un sábado por la noche o pelearnos con un colega por un proyecto, ¡hasta meterse en guerras globales por tierras, recursos o poder!
Pero, ¿qué es el conflicto en realidad? Podemos verlo como una fiesta de discordia, donde las necesidades, valores, deseos y demandas chocan entre sí. ¡Pero va más allá! El conflicto es como una coreografía de perspectivas diferentes. A veces es un tango elegante y coordinado, ¡y otras veces parece más bien un choque de pies torpes y fuertes!
Pero, ¿por qué pasa esto? Hay un montón de razones, y todo se reduce a nuestras diferencias. Echemos un vistazo más profundo.
Una de las principales causas de conflicto suele ser cuando nuestros valores chocan. Por ejemplo: imaginemos que tú valoras la puntualidad más que cualquier otra cosa, ¡y de pronto te encuentras trabajando con alguien que siempre llega tarde! ¡Ahí tienes un conflicto que arde como el chile picante! Es porque lo que valoramos está completamente desalineado.
Otro detonante muy común es cuando nuestros intereses chocan de frente. Imagínate que estás planeando unas vacaciones en familia. Tú sueñas con un relajante retiro en la playa, disfrutando del sol y la brisa marina. Sin embargo, tu pareja está emocionada por explorar la selva y vivir aventuras en la naturaleza. ¡Ahí tienes un choque de intereses! Es como si estuvieran en un ring de boxeo, cada uno defendiendo su idea de vacaciones ideales. Y esto no solo sucede en la planificación de viajes familiares, también ocurre en los negocios o en la política, cuando cada parte tiene metas e intereses diferentes y cada uno quiere llevarse la victoria para lograr lo que más le conviene.
Luego tenemos el asunto de los recursos escasos. Puede ser cualquier cosa, desde tiempo, dinero, recursos físicos o incluso energía emocional. Cuando no hay suficiente para todos, es casi seguro que la gente se va a agarrar de las greñas. ¡Es como si estuviéramos peleando por la última Coca-Cola en el desierto!
Y no nos olvidemos del papel de las dinámicas de poder. La lucha por el poder, el control y el estatus en las relaciones, los trabajos y las sociedades siempre trae consigo conflictos jugosos que a veces llevan hasta la guerra. Puede ser tan sencillo como decidir quién tiene el control del control remoto de la tele, o tan complicado como la lucha de poder en una corporación millonaria o a nivel mundial.
Por último, está el choque de personalidades. A veces simplemente nos topamos con personas con las que, sin importar lo que pase, simplemente no podemos estar de acuerdo. Sus hábitos, actitudes o comportamientos nos sacan de quicio. Estas diferencias de personalidad suelen llevar, y casi siempre llevan, a conflictos. ¡Es como si estuviéramos en una batalla de egos con salsa picante!
Comprender el conflicto, su naturaleza y sus causas, es el primer paso en esta aventura que vamos a emprender para convertirnos en pacificadores durante estas fiestas de fin de año. Y oye, no te asustes, que el conflicto no es el malo de la película. Claro, puede ser un enredo incómodo. Pero también nos brinda oportunidades para crecer, aprender y entendernos mejor.
A medida que nos adentremos en estos programas, vamos a explorar cómo navegar por los conflictos de manera de promover una resolución satisfactoria y un entendimiento mutuo. Recordemos que el conflicto en sí no es el problema, sino la forma en que lo manejamos. Al fin y al cabo, nuestras diferencias no tienen por qué separarnos, sino que pueden ser una fuente de fortaleza y entendimiento mutuo si las manejamos con sabiduría.
Ya saben que la Biblia tiene de todo: amor, guerra, traiciones y hasta peleas familiares dignas de una novela. Pero también nos enseña lecciones valiosas sobre los conflictos en nuestras vidas. Desde el principio, la Biblia nos cuenta sobre el primer conflicto en el paraíso. Adán y Eva, tan felices y contentos en su jardín, hasta que llega la serpiente tentadora y ¡pum!, conflicto a la vista. Resulta que Eva decide probar la fruta prohibida y Adán le sigue el juego. ¡Ay, ay, ay, estos humanos! A veces las tentaciones nos llevan a meternos en problemas y ahí es cuando empieza la chispa de los conflictos.
Pero eso no es todo. La Biblia está llena de hermanos que no se llevan muy bien. ¿Se acuerdan de Caín y Abel? ¡Vaya par de hermanitos problemáticos! Abel trae una ofrenda que agrada a Dios y Caín se pone celoso. ¡Y al final, termina matando a su propio hermano! Oye, eso sí que es llevar el conflicto familiar a otro nivel. La envidia y los celos pueden ser la gasolina que enciende la llama de los problemas.
Pero no todo es conflicto negativo en la Biblia. También hay ejemplos de perdón y reconciliación. Un ejemplo claro es la historia de José y sus hermanos. ¡Vaya telenovela bíblica! Resulta que sus hermanos lo venden como esclavo por pura envidia, pero al final José perdona y los reconcilia. ¡Eso es un final feliz! Nos muestra que el perdón y la reconciliación pueden sanar hasta las heridas más profundas y convertir los conflictos en oportunidades de crecimiento.
En resumen, el conflicto es una parte natural de la vida. Puede surgir por nuestras diferencias de valores, intereses, recursos escasos, dinámicas de poder e incluso choques de personalidades. Sin embargo, el conflicto no es intrínsecamente malo. En realidad, nos brinda oportunidades para crecer, aprender y entendernos mejor.
Cuando comprendemos su naturaleza y causas, podemos manejarlo de manera efectiva y convertirnos en pacificadores, adoptando la resolución de conflictos como un compromiso personal y promoviendo la comprensión y la reconciliación en nuestras relaciones y comunidades.
Así que, en medio de los encuentros familiares y festividades de diciembre, recordemos que las diferencias y los conflictos no tienen por qué dividirnos. Podemos utilizarlos como oportunidades para aprender, crecer y construir armonía a partir de la discordia. ¡Sigamos siendo pacificadores y navegantes expertos en las aguas tumultuosas del conflicto!