Los hombres se motivan y adquieren fuerza cuando se sienten necesarios, mientras que las mujeres se motivan y adquieren fuerza cuando se sienten queridas.
Nos encontramos nuevamente ante aspectos enormemente diferentes entre el hombre y la mujer, fundamentales a la hora de entenderse, comprenderse y poder comunicarse.
Cuántas veces los hombres y las mujeres se extrañan de las reacciones de la otra parte porque ignoran cuáles son los asuntos sensibles que pueden hacer reaccionar a la otra persona.
Cuando en una relación afectiva el hombre no se siente necesario, poco a poco se vuelve pasivo; por el contrario, cuando se siente necesario, está motivado para todo.
Lo mismo sucede con las mujeres: cuando no se sienten queridas, se desaniman y se cuestionan si no están dando demasiado. Vamos a profundizar en este tema.
Cuando un hombre ama a alguien, encuentra el camino para salir de sí mismo, para pensar que vale la pena dar algo de sí, para convencerse de que no vale la pena estar metido dentro de su propio yo. Sin embargo, para el hombre sentirse querido es algo así como sentirse necesitado.
Sintiéndose necesitado, el hombre es capaz de cualquier cosa, sobre todo, de no tener sentimientos egoístas. Más aún, si además comprueba que ha sido capaz de demostrar su valía, su autoestima crece y su estado emocional mejora enormemente.
Por el contrario, cuando la mujer no le hace sentir que es necesario, el hombre suele regresar a su estado más común: la indiferencia o el egoísmo. No sentirse necesario es para el hombre una muerte lenta.
Muchos problemas en el matrimonio se deben a que al hombre lo hacen sentir necesario en otros ambientes fuera de su hogar. En resumen, cuando el hombre se siente necesario, siente que se le valora, que se confía en él y que se le acepta.
A partir de ahí, la mujer tiene un enorme campo de acción para tratar de mantener una relación afectiva en la que el hombre se encuentre a gusto y capaz de intercambiar con la mujer lo que ésta necesita.
Más adelante en este programa hablaremos de cómo lograr que el hombre se sienta necesitado o necesario.
Para una mujer es fundamental sentirse querida y halagada. Cuando está agobiada, preocupada o abrumada, muchas veces no necesita más que compañía: necesita sentir que no está sola, necesita sentirse ayudada y atendida. La solidaridad, la comprensión, la valoración y la compasión, son formas en las que la mujer lee que es querida por el hombre.
Mientras que para el hombre que está disgustado lo mejor es estar solo, para la mujer es todo lo contrario. Su instinto siempre le enseña a la mujer lo importante que es para ella la proximidad, la intimidad y la comunicación.
Cuando la mujer se siente querida y halagada casi nunca se pregunta por lo que ella está dando. No es así cuando las cosas son al revés. Fácilmente se cuestiona si vale la pena lo que está haciendo y lo que está dando y muchas veces deja de hacerlo. Paralelamente al hombre, en muchos matrimonios las cosas se complican cuando la mujer encuentra un cierto afecto, que no encuentra en su marido, en otras personas compañeras de trabajo o de sociedad.
Más adelante en este programa hablaremos de cómo lograr que la mujer se sienta querida.
Con frecuencia, la falta de respuesta en temas afectivos o en el modo de comprender la comunicación a través del afecto, lleva a hombres y mujeres casados a buscar huir de sus problemas.
· El hombre huye buscando realidades en las que se siente necesitado o tratando de olvidar su vacío existencial. Así se sabe que para muchos hombres el trabajo, los amigos, el juego, la bebida, la infidelidad, se convierten en caminos falsos de «olvido» de problemas personales importantes. Todo ello lo lleva al alejamiento de su esposa y a hacer imposible la comunicación.
· La mujer, por su parte, huye hacia quienes la hagan sentirse querida o hacia realidades sustitutivas. Para muchas mujeres los hijos, la infidelidad afectiva o física, la amistad con otras mujeres, e incluso la religión, se convierten en formas de satisfacer las necesidades afectivas que no encuentra en su cónyuge.
Ninguno de los dos satisface así sus más profundas necesidades y lo anterior se convierte simplemente en eso: en una huida, en un escape, en una forma de olvidar un problema. Lo grave es que se rompe profundamente la comunicación que brota del corazón. Se esconde la cabeza en la arena y el polvo debajo de la alfombra. La huida solo empeora la situación de la pareja.
· El hombre debe estar atento y vigilante a la necesidad de la mujer de sentirse querida y halagada. Son muchas las formas en las que a lo largo del día puede vivir este propósito haciendo un esfuerzo consciente, aunque para él ciertas cosas no sean tan importantes.
· No se trata de simular algo, sino de darle lo que a ella le gusta o necesita, como se suele hacer a la hora de comprar algo para alguien: se supone qué le puede gustar o atraer.
o Hacerse cargo de los detalles del hogar sin que ella se lo pida
o Hacerle sentir que la recuerda durante el día
o Halagarla por un vestido o una comida
o Demostrarle su capacidad de sacrificio ante un deseo de ella
o Respetarle sus gustos o deseos
o Valorarle lo que ella hace en casa
o Repetirle muchas veces que la quiere
· Hay un sinfín de modos de vivir esta dimensión de la relación mutua que acerca los corazones y predispone para una buena comunicación.
· A la mujer hay que pedirle que procure ser consciente de esta necesidad del hombre de sentirse necesitado, valorado, apreciado, reconocido, solicitado.
· También son variadas las formas concretas en que la mujer puede hacer sentir esto al hombre.
o No descalificarlo
o Pedirle su ayuda
o Reconocer su valía y capacidad
o Hacerle sentir que es muy necesaria su presencia
o Echarle de menos (decírselo con palabras o gestos)
· Así abre el corazón del hombre y facilita esos otros momentos que se requieren para hablar más profundamente desde el corazón.
Muchas veces al amor humano se lo espiritualiza o materializa tanto, que se lo priva de una necesidad vital, que es la dimensión «emocional». Muchos escritores ven en la falta de sentimiento en las relaciones hombre-mujer, en el matrimonio y en otras situaciones de la vida, una de las causas más frecuentes de distanciamiento y de resentimiento.
Por ello es tan importante tomar conciencia mutua de estas necesidades profundas de ambos que, sin duda, ayudarán a mejorar continuamente la calidad de la comunicación.
La comprensión y aceptación de las diferencias enriquece y potencia la vida de los matrimonios, de los novios, de los compañeros de trabajo. Detrás de la comprensión mutua viene siempre un crecimiento en autoestima, en respeto y en admiración.
La relación de pareja no tiene simplemente «que soportarse». El amor debe crecer y crecer mucho. Debe convertirse en el garante de la propia felicidad y de la duración del mismo matrimonio. Más allá de una estética de fidelidad o deber, o de miedo a volver a empezar, el matrimonio debe basarse sobre la alegría y el gozo de sentirse amados y de amar, de comprender y de sentirse comprendidos, de respetar y sentirse respetados.
Comencemos aceptando que somos distintos. Propongámonos seriamente conocer a fondo la realidad del sexo opuesto. Creemos en nuestro interior una actitud de misterio respetuoso hacia algo sagrado y lleno de dignidad. Si no aceptamos la realidad de que Dios hizo diferentes al hombre y a la mujer para enriquecer a cada uno con lo que esas diferencias aportan, se caerá en la realidad de un empobrecimiento absoluto y radical.
Aceptemos, pues que SOMOS DIFERENTES, y ello en buena hora.
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