Si bien es cierto que las pérdidas son difíciles de aceptar, en medio de ellas también hay ganancias, encuentros y crecimiento. Podemos afrontar la vida solos o, mejor aún, acompañados y apoyados por seres queridos. Más todavía, podemos vivirla con la guía de Dios y apuntalados con la esperanza que nos da la fe en Jesucristo.