Todos tenemos problemas serios, cargas pesadas, batallas que pelear y situaciones difíciles a las que nos tenemos que enfrentar. Muchas veces todas estas cosas nos inquietan y perturban. Pero recuerda que no estás solo: Jesús está contigo y te trae paz en medio de la tribulación o la tormenta. En la Biblia, el salmista dice:
En paz me acostaré, y asimismo dormiré;
porque sólo tú, Jehová, me haces vivir confiado.
Salmo 4:8 (NTV)
Confía en el Señor. Él te ayuda en tus problemas, pelea tus batallas e interviene en las dificultades que te estén perturbando y no te permitan conciliar el sueño. Cuando pones tu confianza en Dios, Él llena de gozo tu corazón y puedes acostarte tranquilo, dormir en paz y vivir confiado. Con Jesús siempre puedes tener paz en medio de la tormenta.
El respeto mutuo en el matrimonio es un reflejo del amor y el compromiso que Dios nos llama a tener unos con otros. Por lo tanto, debemos esforzarnos por mantener una relación saludable y duradera, reconociendo la dignidad, los sentimientos y las opiniones de nuestro cónyuge. Cuando ambos esposos se tratan con respeto mutuo, están fortaleciendo su vínculo y edificando un matrimonio sólido sobre una base de amor y compromiso. En Efesios 5, leemos las siguientes palabras:
«… Cada hombre debe amar a su esposa como se ama a sí mismo, y la esposa debe respetar a su marido» (Efesios 5:33 NTV)
Esto solo podemos lograrlo cuando imitamos a nuestro Dios. Es decir, cuando tratamos a todos con amor, así como Cristo nos amó a nosotros, al ir a la cruz en obediencia al Padre celestial y dar su vida como sacrificio para nuestro perdón y salvación. Hagamos del respeto una prioridad en nuestro matrimonio hoy y siempre, bendiciendo así a nuestro cónyuge y glorificando así a Dios.
Una de las claves para cultivar una amistad sólida en el matrimonio radica en practicar la comunicación abierta y sincera, el respeto mutuo y el apoyo incondicional. Esto implica pasar tiempo juntos, compartir intereses y sueños, y estar allí el uno para el otro tanto en los buenos como en los malos momentos. La otra clave es permitir que Cristo sea el fundamento de la pareja.
Escuchemos lo que nos dice Dios en su Palabra. En Eclesiastés 4 leemos:
“Si alguien puede prevalecer contra el que está solo, dos lo resistirán. Un cordel de tres hilos no se rompe fácilmente” (Eclesiastés 4:12 LBLA).
El apoyo mutuo une a los cónyuges en un vínculo de confianza y seguridad que los impulsa a marchar hacia adelante con alegría. Y al estar arraigados en Cristo, pueden hacerlo confiados en que Él los guiará y protegerá.
La comunicación efectiva en la pareja no sólo implica expresar nuestros pensamientos y sentimientos, sino también escuchar activamente a nuestro cónyuge y estar dispuestos a comprender su perspectiva. En la Biblia se nos exhorta a hablar palabras edificantes que puedan impartir gracia a los que escuchan. Efesios 4 nos dice:
“No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo lo que digan sea bueno y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo para quienes las oigan” (Efesios 4:29 NTV)
Esto significa evitar la crítica y el sarcasmo, y en su lugar hablar con amor y respeto, buscando construir y fortalecer a nuestra pareja con nuestras palabras. Al practicar la escucha activa, la empatía y la comunicación amorosa, podemos construir una base sólida de confianza y conexión en nuestra relación.
Sentir un amor no correspondido puede ser una experiencia dolorosa y desalentadora. Por lo general nos sentimos heridos, rechazados y desanimados. Sin embargo, en medio de todo ese dolor podemos encontrar consuelo y esperanza en el amor incondicional de Dios que nunca nos falla ni nos abandona. Escuchemos lo que nos dice Su Palabra en el Salmo 34:
«El Señor está cerca de los que tienen quebrantado el corazón, él rescata a los de espíritu destrozado» (Salmo 34:18 NTV).
Esta promesa nos dice que Dios está con nosotros en nuestros momentos de dolor y tristeza. Él está dispuesto a sanar nuestras heridas emocionales y restaurar nuestra esperanza. Si tienes el corazón quebrantado o el espíritu destrozado, recuerda que el amor constante, incondicional e inmutable de Dios es para ti. Acércate hoy a Él en oración, y permite que Su amor, revelado en Jesucristo, te cubra y te anime a seguir adelante.
En tiempos de lucha, es reconfortante recordar que siempre podemos acudir a Dios y recibir su ayuda. En Él encontramos un defensor inquebrantable, alguien en quien podemos confiar plenamente, pues Él siempre está de nuestro lado. Él es nuestra luz en la oscuridad, nuestra salvación en el peligro y nuestra fortaleza en la debilidad. El Salmo 27 nos dice:
«El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida, ¿de quién tendré temor?» (Salmo 27:1 LBLA).
Jesús es nuestro defensor eterno, quien nos sostiene en las batallas de la vida. Su sacrificio en la cruz y su intercesión continua nos asegura que nunca estamos solos en nuestras luchas. Confiemos en que Él es nuestro protector en todo momento, y pongamos nuestra esperanza en su poder para guiarnos en cada paso del camino.
Nuestra fortaleza no proviene de nuestras propias habilidades o recursos, sino de nuestra fe en Dios. Él es quien nos capacita para seguir adelante, incluso en medio de las dificultades, abusos y desafíos. Cuando el cansancio y el desánimo nos abrumen y sintamos como que no tenemos fuerzas para seguir adelante, busquemos consuelo y fuerza en la Palabra de Dios. En Isaías 40 encontramos la siguiente promesa:
«… los que confían en el Señor encontrarán nuevas fuerzas; volarán alto, como con alas de águila. Correrán y no se cansarán; caminarán y no desmayarán» (Isaías 40:31 NTV).
Te animo a que confíes hoy en el Señor, aferrándote a sus promesas. Recuerda que no estás solo en tus luchas, sino que tienes de tu lado un Dios todopoderoso y que, con su ayuda, puedes perseverar, superar el cansancio y continuar avanzando por sus caminos con esperanza y fortaleza.
Muchas veces subestimamos el poder de nuestras palabras. Sin embargo la lengua, aunque pequeña en tamaño, tiene un tremendo impacto en nuestras relaciones y en el bienestar de los demás. Dios es muy claro en lo que espera de nosotros, como leemos en Efesios 4, donde dice:
«No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación … para que imparta gracia a los que escuchan» (Efesios 4:29 LBLA)
Entonces, en lugar de hablar mal de otros, busquemos construir, animar y apoyar a quienes nos rodean, haciendo que nuestras palabras sean un instrumento de bendición y reconciliación, y no de división y discordia. Pídele hoy a Dios que llene tu corazón de palabras de compasión y perdón que sirvan para bendecir especialmente a quienes necesitan conocer Su amor redentor.
Por lo general, nuestros sentimientos no están en sintonía con lo que es mejor para nosotros, sino que prefieren salirse con la suya. Por ello es que gastamos dinero que no tenemos, comemos cosas que no debemos, nos acostamos tarde aun cuando sabemos que debemos levantarnos temprano al otro día. Es que nuestros sentimientos son inconstantes: cambian como el viento. Sin embargo, como creyentes, tenemos algo mejor en que confiar: en la Palabra de Dios. Jeremías 17 nos dice:
El corazón es engañoso y perverso, más que todas las cosas.
¿Quién puede decir que lo conoce? (Jeremías 17:9).
Dios nos conoce totalmente y está dispuesto a darnos un corazón nuevo a través de su palabra. Te invito a que le pidas a Dios que te ayude a confiar cada día más en Él y menos en tus sentimientos.
Hay ocasiones en las que nos encontramos en el lugar equivocado, a la hora equivocada y se nos hace fácil hacer cosas que no debemos hacer. Cuando esto sucede, sentimos inquietud y pesar interno por haber realizado lo que resultó ser una mala acción. Así, el remordimiento nos perturba y no nos deja dormir. La Biblia nos dice que:
«Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad (1 Juan 1:9 NVI).
Si estás pasando por momentos que te perturban, te invito a que acudas a Jesús. Confiésale a él tu pecado y pídele perdón. Él te perdonará y te limpiará de todo aquello de lo cual ya te has arrepentido.