En tiempos de lucha, es reconfortante recordar que siempre podemos acudir a Dios y recibir su ayuda. En Él encontramos un defensor inquebrantable, alguien en quien podemos confiar plenamente, pues Él siempre está de nuestro lado. Él es nuestra luz en la oscuridad, nuestra salvación en el peligro y nuestra fortaleza en la debilidad. El Salmo 27 nos dice:
«El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida, ¿de quién tendré temor?» (Salmo 27:1 LBLA).
Jesús es nuestro defensor eterno, quien nos sostiene en las batallas de la vida. Su sacrificio en la cruz y su intercesión continua nos asegura que nunca estamos solos en nuestras luchas. Confiemos en que Él es nuestro protector en todo momento, y pongamos nuestra esperanza en su poder para guiarnos en cada paso del camino.
Nuestra fortaleza no proviene de nuestras propias habilidades o recursos, sino de nuestra fe en Dios. Él es quien nos capacita para seguir adelante, incluso en medio de las dificultades, abusos y desafíos. Cuando el cansancio y el desánimo nos abrumen y sintamos como que no tenemos fuerzas para seguir adelante, busquemos consuelo y fuerza en la Palabra de Dios. En Isaías 40 encontramos la siguiente promesa:
«… los que confían en el Señor encontrarán nuevas fuerzas; volarán alto, como con alas de águila. Correrán y no se cansarán; caminarán y no desmayarán» (Isaías 40:31 NTV).
Te animo a que confíes hoy en el Señor, aferrándote a sus promesas. Recuerda que no estás solo en tus luchas, sino que tienes de tu lado un Dios todopoderoso y que, con su ayuda, puedes perseverar, superar el cansancio y continuar avanzando por sus caminos con esperanza y fortaleza.
Muchas veces subestimamos el poder de nuestras palabras. Sin embargo la lengua, aunque pequeña en tamaño, tiene un tremendo impacto en nuestras relaciones y en el bienestar de los demás. Dios es muy claro en lo que espera de nosotros, como leemos en Efesios 4, donde dice:
«No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación … para que imparta gracia a los que escuchan» (Efesios 4:29 LBLA)
Entonces, en lugar de hablar mal de otros, busquemos construir, animar y apoyar a quienes nos rodean, haciendo que nuestras palabras sean un instrumento de bendición y reconciliación, y no de división y discordia. Pídele hoy a Dios que llene tu corazón de palabras de compasión y perdón que sirvan para bendecir especialmente a quienes necesitan conocer Su amor redentor.
Por lo general, nuestros sentimientos no están en sintonía con lo que es mejor para nosotros, sino que prefieren salirse con la suya. Por ello es que gastamos dinero que no tenemos, comemos cosas que no debemos, nos acostamos tarde aun cuando sabemos que debemos levantarnos temprano al otro día. Es que nuestros sentimientos son inconstantes: cambian como el viento. Sin embargo, como creyentes, tenemos algo mejor en que confiar: en la Palabra de Dios. Jeremías 17 nos dice:
El corazón es engañoso y perverso, más que todas las cosas.
¿Quién puede decir que lo conoce? (Jeremías 17:9).
Dios nos conoce totalmente y está dispuesto a darnos un corazón nuevo a través de su palabra. Te invito a que le pidas a Dios que te ayude a confiar cada día más en Él y menos en tus sentimientos.
Hay ocasiones en las que nos encontramos en el lugar equivocado, a la hora equivocada y se nos hace fácil hacer cosas que no debemos hacer. Cuando esto sucede, sentimos inquietud y pesar interno por haber realizado lo que resultó ser una mala acción. Así, el remordimiento nos perturba y no nos deja dormir. La Biblia nos dice que:
«Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad (1 Juan 1:9 NVI).
Si estás pasando por momentos que te perturban, te invito a que acudas a Jesús. Confiésale a él tu pecado y pídele perdón. Él te perdonará y te limpiará de todo aquello de lo cual ya te has arrepentido.
Enfrentar el año nuevo implica dejar atrás el pasado y mirar hacia adelante con fe y determinación. Sin embargo, a menudo lo comenzamos cargando con el peso de nuestras fallas, de las cosas que nos habíamos propuesto pero no logramos hacer, de las culpas que no logramos superar, impidiéndonos avanzar en lo que Dios tiene preparado para nosotros.
Sin embargo, Dios quiere que dejemos atrás el pasado y que nos esforcemos por alcanzar lo que está delante, confiando en que Él nos va a capacitar para superar cualquier obstáculo que se presente en nuestro camino. Escuchemos lo que dice el apóstol Pablo en Filipenses 3:
“… olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús” (Filipenses 3:13b-14 NTV)
Hoy te invito a que termines este año agradeciendo a Dios por él, y a que comiences el nuevo año con gratitud, fe y esperanza, confiando en que Él te capacitará para hacer su voluntad.
¿Ha puesto Dios en tu corazón un sueño que te parece imposible de alcanzar, un anhelo que crees que nunca vas a lograr, un proyecto que no vas a poder realizar? No los veas como un imposible ni escuches las voces que buscan desanimarte para que te rindas. Al contrario, preséntate ante Dios, el Señor de lo imposible, con ese sueño, anhelo o proyecto. En el Evangelio de Lucas leemos:
«Y Jesús les respondió:
‘Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios'» (Lucas 18:27)
Dios puede ordenarle al mar que se calme, multiplicar panes y peces, hacer caminar a un paralítico, darle la vista a un ciego y volver a la vida a un muerto. Así también, puede ordenar que se cumpla ese sueño, anhelo o proyecto que Él ha puesto en tu corazón. Acude a Él.
En esta temporada de fiestas es muy fácil dejarse llevar por el torbellino de cosas que la sociedad nos ofrece y perder de vista lo que realmente importa. Por eso hoy queremos alentarte a que recuerdes el verdadero significado de la Navidad, que es la celebración de la llegada al mundo de Jesús, el Hijo único de Dios, quien vino a traer perdón, esperanza, amor y salvación a todos los que creen en Él. Juan 1 dice:
“Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre” (Juan 1:14 NTV)
Que esta Navidad sea una oportunidad para compartir el regalo más grande de todos: el amor de Dios manifestado en Jesucristo. Y que, en gratitud por ese regalo incomparable de Dios, vivamos reflejando Su amor y gracia a los demás.
La confianza en Dios es fundamental en la vida de quienes creemos en Él. En medio de las pruebas y tribulaciones que la vida nos presenta, podemos confiar en que Dios, en su soberanía y fidelidad, siempre nos sostendrá y fortalecerá. Escuchemos lo que nos dice su Palabra, donde en Proverbios 3, leemos:
«Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar» (Proverbios 3:5-6 NTV)
Cuando depositamos nuestra confianza en Dios, Él nos libera de la ansiedad de no saber si estamos haciendo lo correcto y nos hace descansar tranquilos, sabiendo que Él está obrando todas las cosas para nuestro bien. Entonces, acércate hoy a Él en oración reconociendo su poder, sabiduría y amor inquebrantables, y pídele que aumente tu fe y te ayude a confiar en Él cada día más.
En esta época del año es tradición reunirnos con familiares y amigos para compartir un tiempo y una comida especial. Sin embargo, es bueno recordar que más que una simple tradición, estos días de Acción de Gracias son una oportunidad para honrar a Dios por sus bendiciones y practicar la gratitud como un estilo de vida cristiano. La Biblia dice en 1 Tesalonicenses 5:
“Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18 NTV)
Que estos días sean una ocasión para compartir nuestras bendiciones con quienes nos rodean y para recordar la fidelidad de Dios en nuestras vidas. Y que nuestras mesas sean un lugar de alegría, comunión y gratitud, que reflejen el amor de Cristo a todos los que nos rodean.