Muchas personas se preguntan por qué a las personas buenas les suceden cosas malas, incluyéndolos a ellos. La Biblia dice: «Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará. El que siembra para sí mismo, de sí mismo cosechará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna». Gálatas 6:7-8
Mi pecado te lastima a ti y tu pecado me lastima a mí. Desde que el pecado entró en el mundo, la humanidad está cosechando sus frutos. Pero, en medio de tal caos, nos llega la misericordia de Dios a través de las palabras de Jesús:
«Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz.
En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo.»
Juan 16.33
Es mi oración que la paz de Cristo llene y corazón hoy y siempre.
¿Qué tal si les propongo una nueva forma de vida? Es una forma de vivir en donde la unión hace la fuerza, en donde yo te ayudo a ti, tú ayudas a otro y otro me ayuda a mí. Ésta es la forma de vida que nos propone Dios. En su carta a los gálatas, el apóstol Pablo nos dice:
«Sobrelleven los unos las cargas de los otros, y cumplan así la ley de Cristo.»
Gálatas 6.2
No tenemos que enfrentar la vida solos. Dios nos ha puesto en medio de una comunidad para que nos apoyemos y ayudemos mutuamente, y promete estar siempre con nosotros. Cuando así lo hacemos, creamos la base que nos permitirá vivir de una forma diferente.
Aunque no nos guste, especialmente en nuestra niñez, la disciplina es necesaria. ¿Qué es disciplinar? Disciplinar no es castigar o agredir física, emocional o verbalmente, sino mostrarle al niño el camino correcto y orientarlo para que respete y obedezca las leyes de Dios y de los hombres. Escucha lo que dijo el sabio rey Salomón:
«No corregir al hijo es no quererlo; amarlo es disciplinarlo».
Proverbios 13:24
¿Le pones límites a tu hijo, o permites que haga lo que quiera? ¿Te aseguras que cumpla con sus responsabilidades en la escuela y en el hogar? Recuerda que es bíblico corregir y disciplinar a los hijos, estableciendo límites con amor. Pídele a Dios que, al igual que a Salomón, te de la sabiduría necesaria para hacerlo de acuerdo a Su voluntad.
El saberse amado es quizás la necesidad más grande del ser humano. Si sientes que no te han amado como hubieras querido, tengo buenas noticias para darte: Dios si te ama así como eres, con tus defectos y virtudes. Él quiere que tengas una vida abundante, llena de gozo, paz y amor.
Contrariamente al amor humano, el amor de Dios no depende ni cambia de acuerdo a nuestro comportamiento. Es por ello que no tienes que esperar ser perfecto para acercarte a Dios, pues su amor es perfecto y misericordioso. Así lo dice el apóstol Pablo:
«Pero Dios muestra su amor por nosotros en que,
cuando aún éramos pecadores,
Cristo murió por nosotros».
Romanos 5:8
Amigo, te invito a que pongas tu mirada en Jesús, quien te ama y te amará hasta la eternidad.
Todos queremos sentirnos aceptados y no criticados. Aceptar a alguien significa respetar sus sentimientos y personalidad sin aprobar ningún mal comportamiento, y mostrar amor en todo tiempo. ¿Qué podemos hacer para que quienes nos rodean sientan que son aceptados por nosotros y por Dios? Amarlos así como Dios nos ama a nosotros. El apóstol Pedro dice:
«Ahora comprendo que para Dios todos somos iguales.
Dios ama a todos los que lo obedecen, y también a los
que tratan bien a los demás y se dedican a hacer lo bueno,
sin importar de qué país sean».
Hechos 10:34-35
¿Qué tal si te propones conocer más a quienes te rodean? ¿Cómo crees que se sentirían al saber que les importas?
Orar es sencillamente hablar con Dios. Él siempre escucha nuestras oraciones y siempre las responde: a veces con un sí, otras con un no y otras con un todavía no. Como hijos obedientes y maduros, podemos aceptar las respuestas de Dios sin hacer pataletas, confiando en la promesa que nos hace Jesús:
«Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.»
Mateo 28.20
Es mi oración que esta promesa de Dios te anime todos los días a hablar con él confiadamente, sabiendo que, pase lo que pase, Jesús siempre está a tu lado.
Nunca es fácil atravesar por un problema, una enfermedad o una limitación que se sale de nuestro alcance. Nuestro primer impulso es pedirle a Dios que nos quite la aflicción. Sin embargo, son los momentos difíciles los que nos hacen fuertes. Escuchemos el testimonio del apóstol Pablo:
«Sé vivir con limitaciones, y también sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado,
tanto para estar satisfecho como para tener hambre, lo mismo para tener abundancia que
para sufrir necesidad; ¡todo lo puedo en Cristo que me fortalece!»
Filipenses 4:12-13
Aferrado a Cristo, toda tormenta de la vida te hará más fuerte para seguir adelante. Que la esperanza cierta que Dios nos da en su Palabra nos sostenga hasta el final.
Se dice que los ojos son nuestra ventana al mundo, ya que a través de ellos disfrutamos de la hermosa creación de Dios. También son una herramienta que nos permite enfocarnos con precisión, aunque fácilmente pueden enfocarse incorrectamente. En su carta a los efesios, el apóstol Pablo nos dice:
«… hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras,
las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas.»
Efesios 2:10
Pidámosle a Dios que nos ayude a dejar de mirarnos a nosotros mismos para enfocarnos en la razón por la cual fuimos creados, esto es, responder al llamado de Dios de hacer el bien a quienes nos rodean.
¿Alguna vez has pensado cuánto vale tu hijo? ¿Le has hecho saber cuán importante es para ti? ¿Le abrazas y le muestras afecto? ¿Compartes tiempo de calidad con él? ¿Conoces sus inquietudes y sus temores? ¿Sabes sus opiniones acerca de cosas relevantes en su entorno? ¿Eres consciente que tus hijos son un tesoro que Dios te prestó? Escucha lo que dice la Biblia:
«He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre».
Salmo 127:3
Hoy te invito a que revises, evalúes y, si es necesario, redirijas tu relación con tus hijos y con tus seres queridos, para asegurarte de que estás supliendo su necesidad de sentirse seguros en las manos de Dios y en las tuyas.
En mayor o menor medida, a todos nos gusta ser reconocidos y aceptados por quienes nos rodean. Pero hay personas que «necesitan» el reconocimiento para sentirse bien. Escucha lo que dice el rey David:
«Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre.
¡Te alabo porque soy una creación admirable!
¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!»
Salmo 139:13-14
¿Qué más necesitas para sentirte bien? Tu Creador se tomó el trabajo de formarte y, como si eso no fuera suficiente, también sigue tus pasos. En el mismo Salmo dice: «Señor… tú sabes cuando me siento o me levanto; ¡desde lejos sabes todo lo que pienso! Me vigilas cuando camino y cuando descanso; ¡estás enterado de todo lo que hago!» (vs. 1-3).