¿Qué lugar ocupa el dinero en tu vida? ¿Eres capaz de controlarlo, o él te está controlando a ti? ¿Sacrificas el tiempo que podrías estar con tu familia para trabajar más y ganar más dinero? ¿Sientes envidia por quienes tienen más o mejores cosas que tú?
A veces la ambición no nos permite establecer límites, no nos permite reconocer la diferencia entre necesidad y deseo. Escuchemos lo que Jesús nos dice al respecto:
La gran mayoría de los inmigrantes latinos hemos venido a este país con la esperanza de lograr el sueño americano convencidos que, si trabajamos duro, lograremos tener una vida próspera y abundante.
Si bien es cierto que debemos proveer para nuestras familias, también es cierto que cuanto más tenemos, más queremos. Pero ¿qué significa para ti ser rico? ¿Significa tener mucho dinero y cosas materiales? Si eso es lo que tú piensas, escucha lo que dice Jesús:
Según una encuesta realizada en el 2012, el 73% de los hispanos entrevistados cree que sus familias lograrán alcanzar el sueño americano, mientras que el 75% cree que «la mayoría de las personas pueden mejorar si trabajan duro». Sin embargo, la realidad es diferente.
Si eres uno de los muchos que trabajan duro pero aún no han logrado alcanzar sus sueños, que las siguientes palabras de Jesús te den ánimo:
Aprender a expresar el enojo en forma apropiada y no destructiva es un desafío, porque requiere aceptar que estamos enojados, a la vez que aprender a entenderlo y tratarlo. De cualquier forma, el enojo es una oportunidad para conocernos y entendernos mejor.
Aparte de todas las tácticas que existen para ayudarnos a hacerlo, es bueno que también tengamos en cuenta lo que Dios espera de nosotros, según está escrito en la Biblia, donde dice:
¿Qué cosas te hacen enojar? ¿La frustración, el maltrato, la injusticia, la traición, una pérdida, el estrés, la impaciencia, el cansancio? Muchas veces creemos que tenemos razón para enojarnos. Pero ¿es realmente así? ¿O será que hay otra razón por la cual reaccionamos así?
Hoy te proponemos que reflexiones sobre lo que el apóstol Pablo nos dice en la Biblia:
Nos guste admitirlo o no, todos nos enojamos; unos más y otros menos. Si bien el enojo es un sentimiento común, la forma en que reaccionamos varía mucho. Aprender a expresar tu enojo en forma apropiada y no destructiva es un desafío, porque requiere que aceptes tu enojo y que aprendas a entenderlo y tratarlo.
Te invitamos a que la próxima vez que te enojes, recuerdes el sabio consejo que dice:
Las expectativas y exigencias que tanto nosotros como la sociedad que nos rodea ponemos en nuestras vidas, muchas veces llegan a ser abrumadoras. Parece que cada vez tenemos que hacer más y más: trabajar más, producir más, tener más títulos para ganar más dinero y comprar más cosas… la lista es interminable.
En vez de siempre exigir y esperar más de la vida, la propuesta de hoy es ser agradecidos por lo que somos, tenemos y podemos dar, como nos animan las siguientes palabras bíblicas:
Son muchas las cosas que pueden llevarnos a creer que somos inferiores que los demás. Ya sea porque hablamos con acento, o somos calvos, o no tenemos dinero, o estamos pasados de peso, o nuestra piel es demasiado oscura…
Pero, en realidad, todo tiene que ver con la forma en que percibimos e interpretamos la realidad en que vivimos. En otras palabras, lo que nos dice esa vocecita que tenemos dentro de la cabeza.
Sin embargo, hay otra voz que nos dice bien fuerte y claro lo que realmente somos:
Cuando se vive en una tierra ajena y no se sabe hablar el mismo idioma; cuando se tiene menos educación o recursos que la mayoría de la sociedad o cuando se sufre de una baja estima y dificultades para establecer relaciones sociales estables, es común sentirse inferior.
Cuando eso te suceda, te invitamos a recordar las palabras de quien cree totalmente en ti:
A los padres nos corresponde encontrar el equilibrio en los halagos que hacemos a nuestros hijos, de tal forma que sean suficientes para que estén seguros de nuestro amor y apreciación, pero a la vez que no les hagan creer que son más de lo que en realidad son. En otras palabras, debemos ser padres con los pies en la tierra.
O como bien lo dice un Proverbio bíblico muy conocido: